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Pero mientras Clara esté enferma, casi fuera de , con una especie de fiebre continua, no he de sufrir que se tome ese estado febril por éxtasis místico, y esos ataques nerviosos por llamamientos del cielo. Es mi hija, voto á quince mil demonios, y no quiero que me la maten. Ahora mismo voy á ver á Doña Blanca. Romperé la consigna para entrar.

Sospechaba quizás que en su ausencia los tunantes hablaban de otro asunto, y se alejó con ánimo de volver y aproximarse cautelosa. «Y aquel hombre... ¿quién erapreguntó el Delfín que sentía el ardor de una curiosidad febril. ii

Lea, de rodillas se arrastraba á los pies de su antiguo amante, levantaba hacia él su hermosa cara inundada de lágrimas y todo su ser se estremecía. En un movimiento de febril ardor sus labios tocaron los del joven... Pero él la separó dulcemente y la dejó á cierta distancia, aterrada por aquella frialdad que había esperado vencer. Es tarde Lea, dijo; la noche avanza y hay que pensar en mañana.

Quitándose precipitadamente el gabán, el profesor dijo con cólera: Es un fastidio: la casa está llena de gente, y no hay nadie que me cosa el botón del abrigo. Y se dirigió a su gabinete. ¡Pero ven a comer! le dijo su mujer. ¡Déjame tranquilo! No me sigas. Una vez solo, se puso a registrar con mano febril su biblioteca. Había en ella numerosos libros y papeles; pero el diario no parecía.

Cogió con mano febril la blusa azul del cochero que volvió la cabeza. ¿Qué hay señorito? A la Plaza Nueva... a la Rinconada.... , ya ... pero ¿ahora? , ahora mismo, y a escape. El coche siguió al paso. «Si está don Víctor, que no lo quiera Dios, basta con que Ana me mire, con que me vea allí... Si no está... mejor. Entonces hablaré, hablaré...».

¡María Santísima, San José bendito, qué comentarios, qué febril curiosidad, qué ansia de investigar y sorprender los propósitos del buen D. Carlos! En los primeros momentos, la misma intensidad de la sorpresa privó a todos de la palabra. Por los rincones del cerebro de cada cual andaba la procesión... dudas, temores, envidia, curiosidad ardiente.

El antimonio presenta en sus efectos, aunque rara vez, un estado febril notable por su intermitencia. Fuera de esta especie de accesos, el pulso es concentrado, pequeño, raro, irregular, ofreciendo unas veces dos pulsaciones mas rápidas, y otras, dos mas lentas; es el pulso completamente abdominal.

Ya no se deslizaban; parecían volar en alas de aquel compás febril que parecía empujarlos como un huracán, y así y todo, Magdalena repetía a cada, instante: ¡Más de prisa, Amaury! ¡vayamos, más de prisa! Y Amaury obedecía, estrechando su talle con más fuerza.

La noche estaba fresca, como todas las de otoño en aquel país; el cielo despejado y cubierto de estrellas; la luna aún no había salido. Al poner el pie fuera de casa, el sosiego del campo le refrescó como un baño y calmó su febril impaciencia. Bajó lentamente la calzada de la rectoral, atravesó el pueblo dormido y entró en la oscura cañada.

De este modo recorría en la noche tres o cuatro casas. Era su manía la de saber; saberlo todo, hasta lo más trivial e insignificante. Se la toleraba bien en todas partes, porque a pesar de su desmedida febril curiosidad nunca hubo disgusto alguno por su causa.