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Actualizado: 4 de mayo de 2025
«Lo que sí espero de la rectitud de usted dijo Carolina, disimulando la desconfianza con la cortesía , es que por ningún caso introduzca en la obra cabello que no sea nuestro. Todo se ha de hacer con pelo de la familia». Señora, ¡por los clavos de Cristo!... ¿Me cree usted capaz de adulterar...? ¡Carolina!... Salió de la casa el buen amigo, febril y tembliqueante.
¡La señora Adela! exclamó la muchacha, y se puso con un ardor febril a su interrumpido trabajo, mientras Mustafá gruñía sordamente. Tardó poco en llegar una mujer harapienta, alta, huesosa, como de treinta y cinco a cuarenta años, que fijó en mí una mirada insolente. ¿Qué quiere este caballero? preguntó con acento de amenaza a la pobre niña.
Pocas horas antes de morir, su hija, creyéndose bien por una de esas raras alucinaciones del temperamento, que son la más tremenda ironía de la muerte, había tenido el antojo de engalanarse. Sintiendo en aquel instante engañosas fuerzas, se había vestido con febril ansiedad diciendo que ya no estaba mala y que iría al teatro aquella noche.
El cariño á Pepita era lo que mantenía las apariencias de paz de su casa: lo único que le ayudaba á sobrellevar la tristeza doméstica. Era como un puente que mantenía la comunicación entre él y su esposa. Por ella continuaba Sánchez Morueta su existencia febril de hombre de negocios. Tenía la obligación de defender lo que la pertenecía por su nacimiento.
Y con mano febril, por donde se podía adivinar el grado de apasionamiento a que el brigadier había llegado, sacó del bolsillo una cartera y de la cartera un retrato de mujer, que puso delante de los ojos a su hijo. Mírala, ¿te gusta? Miguel la echó una rápida mirada por complacer a su padre y bajó la cabeza en señal afirmativa. Vamos dijo el brigadier en voz baja y temblorosa, dala un beso.
Una voz suplicante que vibró a su oído y una mano febril que se apoyó en el caballo le arrancaron a aquel turbador pensamiento. El joven hizo un gesto de mal humor. ¡Usted, Juana! En verdad, es usted imprudente... No se trata ya de prudencia, Raúl; debes ahora advertir a tu madre que estamos casados, que soy tu mujer.
Es inútil decir que el personal de la servidumbre estaba conmovido bajo las mismas emociones; es decir, experimentando esa inquietud alegre y ese agradable estado febril en que nos ponen generalmente los males ajenos. En cuanto a los dueños de casa, es bastante verosímil que tampoco dormirían.
La referida accion es notable, no solo por su unidad original, sino porque puede representar el período de invasion de casi todas las enfermedades, cuando la sensibilidad, la irritabilidad y la calorificacion son las únicas afectadas. Muchos medicamentos producen fenómenos de concentracion, de espasmos que preceden á la reaccion febril, á la cual suelen unirse algunas veces las neuralgias.
El aumento de secrecion de los riñones, de la piel, de las mucosas, constituye el período intermedio al estado febril erético y á la infiltracion serosa de los tejidos, efecto de la defibrinacion de la sangre. Este estado es el cuadro de los efectos crónicos ó de dósis repetidas de subcarbonato y clorhidrato de amoníaco.
Por un momento tuvo el médico la desatinada idea de suponer que el marino llevaba a la muchacha en su compañía; pasó como un rayo por su imaginación febril la posible realización de un rapto o de una fuga, y, mirando a su rival a un paso de distancia, le preguntó con insensato afán: ¿Y Carmen?
Palabra del Dia
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