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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Pero no importa, me parece divino que hablemos encerrados los dos en la reminiscencia de esa intimidad antigua. Un brillo de febril alegría animó en un relámpago los ojos de Laura. ¿Acaso ya no somos los mismos? Yo sí, Julio. No hablemos con enigmas. Usted cree, Laura, que mi amor por Adriana... ¿Su amor por Adriana? ¡Ah! Usted anda despistado.
Antoñita, por su parte, ya fuese debido a su fuerza de voluntad o a versatilidad de humor, estuvo como nunca, encantadora, haciendo gala de su jovialidad y de su gracia. Quizás un frío observador habría considerado algo febril aquella animación y algo aparente aquella franca alegría. Los dos novios, absorbidos en sus propios sentimientos, no tenían tiempo para analizar los ajenos.
Entónces me puse á bañarme la cara con agitación casi febril, y á chupar naranjas dulces con desesperación. Me puse de pié, me agarré de las vergas laterales, de las barandas, y marché.
Cerró su puerta con llave para bajar al comedor, y al entrar en él vió que Julio, a quien ella creía enfermo, estaba allí, espiándola con ojos acerados; y como fulgurase sobre ella una mirada sañuda, semejante a una maldición, acercándosele, serena y valiente, le miró retadora hasta hacerle inclinar la cabeza. Carmen pasó la noche en vigilia febril.
Verás á Doña Blanca. Por la amistad que me tienes, por la pasión y muerte de Cristo te suplico que te calmes para entonces, y trates de que sea lo menos cruel posible la entrevista que te voy á procurar. El Comendador cedió á todo, y agradeció al P. Jacinto los consejos que le daba y la protección que le ofrecía. Con febril impaciencia aguardó D. Fadrique el plazo que el padre le había pedido.
Pero el descanso no se hizo para las madres, y la marquesa no tardó en verse agitada por un estado febril que comprenderán muchas de nuestras lectoras. Juana Berengére, había cumplido ya diez y nueve años y tenía que buscarle un marido. Es ésta, sin contradicción, una hora solemne para las madres. Que se sientan muy conturbadas no nos extraña; extrañaríamos que no lo estuvieran aún más.
Mas si los dos dejaban la habitación, ¡qué horrible debía ser el sufrimiento de mi pobre hija! ¡Cómo se recrudecía su estado febril hasta que alguno de ellos volvía a acompañarnos! »Yo no podía hacer que Amaury se alejase, porque ella necesita como el aire su presencia. Ya veremos más adelante.
Consecuencias precisas de esta febril concomitancia con un personaje a quien adornado suponía de seductoras cualidades, fueron un desdén muy vivo hacia el pobre Miquis y una vergüenza de las escenas de aquel día.
No se engañó don Simón, en cuanto al efecto que se prometía, en su mujer a lo menos, de este argumento; pues doña Juana, como si le hubiera recibido en medio de la nuca, descompuesta y febril, comenzó a fulminar tempestades sobre su hija, porque, con sus locos amores, quería desautorizar a su familia ante la ilustre clase a que ya se daba por perteneciente.
Las hazañas de los soldados de la revolución contra los reyes de Europa coligados no podían admirarme. No me parecían la defensa serena del que confía en su valor y en su derecho, sino el brío febril de la locura, excitada por la embriaguez de la sangre y por medio de asesinatos horribles. París se me antojaba el infierno, y no atino ahora á comprender cómo permanecí tanto tiempo en él.
Palabra del Dia
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