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Actualizado: 4 de mayo de 2025
En un acceso de febril júbilo, salió al pasillo gritando: «¡Nina, Nina, ven y entérate!... ¡Ya somos ricas!... ¡digo, ya no somos pobres!...». Pronto acudió a su mente el recuerdo de la desaparición de su criada, y volviendo al lado de Cedrón, le dijo entre sollozos: «Perdóneme; ya no me acordaba de que he perdido a la compañera de mi vida...
Y ahora, Maestro y Padre, escucha: el niño aquel que en la emigración te siguió febril, enamorado de tu bondad y tu talento, el niño aquel que por serlo, no te acompañó en la hora de tu muerte, se ha hecho hombre y te es fiel, y de las semillas de amor que tú le dejaste caer en el pecho, esto es el fruto. Tu memoria lo fortalece como una esperanza, como un faro lo guía, como un ala lo levanta. Y si es verdad que la vida humana no es toda la vida, si es verdad que después de ella hay otra existencia superior, ordena, que él no quiere para sí mayor gloria que la de obedecer a tu mandato.
Cada uno tiene su modo de hacerla dijo ella con imperceptible sonrisa. Confesad que la mía sería singular. Púsose a jugar con mano febril con algunos objetos que había sobre la mesa; sus ojos se detuvieron en una fotografía del pequeño Roberto; tomola y contemplola atentamente. Es lindo mi hijo, ¿no es verdad? ¡Precioso! ¿Por qué lo tomasteis en vuestros brazos cuando yo entré?
Precisa conocer la vida efusiva, febril, toda emoción y toda sobresalto, de telón adentro, para medir el cariño fraternal, la amistad desinteresada y llena de sacrificios, que liga al autor y á sus intérpretes ante las luces de la batería una noche de estreno.
Ahora su buena suerte le proporcionaba el ser testigo de un drama histórico tal vez más interesante. ¡Lo que podría contar en lo futuro!... Pero le molestaba la distracción é indiferencia de su auditorio presente. Volvía al estudio satisfecho de las noticias de que era portador, febril por comunicarlas á Descoyers, y éste le escuchaba como si no le oyese.
Indagaba con febril examen las causas recónditas del agradar, y no pudiendo conseguir cosa de provecho en el terreno físico, escudriñaba el mundo moral para pedirle su remedio. Imaginó enamorar a su esposa por medios espirituales. Hallábase dispuesto, él que ya era bueno, a ser santo, y hacía estudio de lo que a su mujer le era grato en el orden del sentimiento para realizarlo como pudiera.
¿Acaso te has sentido enferma estos días alguna vez, sin participármelo? No, papá; siempre me he encontrado bien. Luego, ya sabe usted que lo que me atormenta no puede calificarse propiamente de dolor, pues es un malestar sordo y febril, y aun no es continuo, porque me deja en paz algunos ratos.
Tiraba Rosalía de los cajones de la cómoda suavemente para no hacer ruido; sacaba faldas, cuerpos pendientes de reforma, pedazos de tela cortada o por cortar, tiras de terciopelo y seda; y poniéndolo todo sobre un sofá, sobre sillas, baúles o en el suelo si era necesario; empezaba un febril consejo sobre lo que se debía hacer para lograr el efecto mejor y más llamativo dentro de la distinción.
Andaba con paso febril por su cuarto, permanecía a veces la mitad de la noche en la ventana, hablaba en voz alta haciendo ademanes cuando creía estar sola, y se estremecía violentamente cuando se veía sorprendida.
Impaciencia febril se apodera de la sangre que se agita y circula, como si la rapidez de su marcha acelerase la llegada de lo que se espera. Esta contrariedad de nuestro deseo es más terrible, porque es lenta, sin límites. Delante no se ve sino la eternidad. No vienen á la mente las modificaciones que puede traer el próximo día. Aquella noche y aquella soledad parece que no han de tener fin.
Palabra del Dia
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