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Gran dominio debía de tener sobre mismo, porque le contestar con calma: ¡Basta ya! No disputemos, Ruperto. ¿Están en sus puestos Dechard y Bersonín? , señor. No le necesito a usted por ahora. No estoy fatigado... Sírvase usted dejarnos ordenó impaciete Miguel. Dentro de diez minutos quedará retirado el puente levadizo y supongo que no querrá usted regresar a nado a su cuarto.

Este fue el estado de Diógenes al quedarse solo, y rabioso y fatigado se dejó caer en las almohadas, volviéndose de cara a la pared.

Don Braulio venía muy fatigado, y a las pocas palabras que habló con las mujeres pensaron todos en retirarse a dormir. La primera que salió de la sala fué doña Beatriz. Don Braulio quedó un momento solo con Inesita. Acercóse entonces a ella y le dijo en voz baja: Inés, tengo que cumplir con una comisión que para ti me han dado. Toma esta carta, guárdala y léela con detención y reposo.

La inteligencia de hombres de talento se ha fatigado en vano para hacer brotar un rayo de luz de un punto condenado á la oscuridad.

El animal se resistió á dar un paso; pegaba el arriero, coceaba la arisca mula, y la otra, queriendo aprovechar tan buena ocasión de reposar su fatigado cuerpo, que había hecho la jornada de Navalcarnero en seis horas, se hechó al suelo muy sibaríticamente, esperando á que estuviera resuelta la pendencia entre su amo y su compañera.

Tardó Rita en ordenar sus pensamientos, que saltarines y revoltosos, iban de aquí para allá lastimando el cerebro fatigado de la pobre vieja.

La energía de las pasiones había así, poco á poco, fatigado materialmente el corazón de Doña Blanca, excitándole á moverse con impulso superior á sus fuerzas. No padecía sólo de las palpitaciones nerviosas de que daba muestras en aquel instante. Á pesar de su cansancio, tal vez el excesivo ejercicio había agrandado y robustecido de una manera peligrosa aquel activo corazón.

El duque, algo fatigado, se sentó en una peña. Era poeta, y gozaba en silencio de aquella hermosa escena. De repente sonó una voz que cantaba una melodía sencilla y melancólica. Sorprendido el duque, miró a Stein, y este sonrió. La voz continuaba. Stein dijo el duque , ¿hay sirenas en estas olas, o ángeles en esta atmósfera?

Maltrana no quiso oír más. Volvió la espalda sin despedirse del amigo, como si huyese de su remordimiento y su vergüenza. Vagó por las calles, haciendo esfuerzos por no llorar. La gente le miraba; y fatigado de esta curiosidad, quiso salir de la población, caminar por el campo.

Ya lo creo... indicó Jacinta con orgullo . Pero no; él es bueno ¿?, y quiere también a su abuelita, ¿verdad? Al retirarse, iban por la calle tan desatinadas la una como la otra. Lo dicho dicho: aquella misma noche hablarían las dos a sus respectivos maridos. Aquel día, que fue el 25, hubo gran comida, y Juanito se retiró temprano de la mesa muy fatigado y con dolor de cabeza.