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Actualizado: 8 de junio de 2025


Cruzan los verdes y rojos faros; a lo lejos, en las tinieblas de la noche, una muchedumbre de lucecillas imperceptibles brilla, parpadea, desaparece, surge de nuevo, torna a ocultarse. Y en el cielo hosco, sobre la gran ciudad, aparece emanación de los focos eléctricos como una tenue, difuminada claridad de aurora.

Eran largos colgantes de intenso azul en los que flotaban enjambres de estrellas. Al poco rato, una brisa fresca barría los últimos jirones, que se amontonaron más allá de la popa, río abajo, formando una barrera blanca. Quedaron completamente al descubierto, con la limpieza de un cuadro recién lavado, la superficie del estuario y la costa negra con sus resplandores de faros y de pueblos.

Cruzaban embarcaciones cubiertas de los purpúreos reflejos del sol, a flor de agua se encendían luces, las de los faros, con destellos e intervalos de relámpago, fijas y amarillentas las de los buques fondeados en la rada, resinosas las de las barcas pescadoras.

Primeramente vió unas tierras bajas en las que parpadeaban los últimos fuegos de los faros. Luego fué reconociendo la rada, vasta extensión acuática con un marco de arenales y lagunas que reflejaban la luz indecisa del amanecer. Las gaviotas, recién despiertas, volaban en grupos sobre la inmensa copa marina.

Llevaban caminando cerca de una hora y se imaginaban que sólo habían transcurrido unos minutos. Al llegar á los jardines de la Villa Nazionale, cerca del Acuario, se detuvieron un instante. Había más luz y menos gente que en el camino de Possilipo. Huyeron de los faros eléctricos de la vía Caracciolo, que reflejaban en el mar sus lunas de nácar.

Todos afectaban formas un poco fantásticas del mundo animal ó vegetal, llevando en su parte delantera faros enormes que fingían ser ojos y cruzaban el iluminado espacio con chorros de un resplandor todavía más intenso. La Ciudad-Paraíso de las Mujeres le pareció muy grande y digna de ser visitada. No tardará usted en verla toda dijo el profesor . Ya tengo el permiso del gobierno.

La frondosidad de los árboles extendía una doble masa de sombra á lo largo de la calle, dejando tres fajas de luz crepuscular: una en medio, y las otras dos junto á las casas. El carruaje, al quedar inmóvil, apagó sus faros, lo mismo que un buque que ancla y desea permanecer inadvertido.

24 Después de él restauró Binúi hijo de Henadad la otra medida, desde la casa de Azarías hasta el rincón de la esquina. 25 Palal hijo de Uzai, enfrente de la esquina y la torre alta que sale de la casa del rey, que está en el patio de la cárcel. Después de él, Pedaías hijo de Faros. 28 Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa.

A un lado, paredes blancas y charoladas reflejando la luz de los faros eléctricos del techo, y sillones abandonados en larga fila; al lado opuesto, una barandilla forrada de lona, ostentando entre columna y columna, como adorno decorativo, unos rollos salvavidas de color rojo con el nombre del buque pintado en blanco: Goethe.

Los encargados de los caballos habían abierto las puertas corredizas de los vagones, sentándose en el borde con las piernas colgantes. El tren marchaba lentamente en la noche, á través de los campos de sombra, deteniéndose ante los faros rojos para avisar su presencia con largos silbidos.

Palabra del Dia

rigoleto

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