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Actualizado: 8 de junio de 2025
Cuando están velados todos los astros, es dado al marino contemplar éstos y recobrar el perdido ánimo, reconociendo en ellos su estrella, la estrella de la Fraternidad universal. ¡Cuánto agrada sentarse junto á uno de esos faros, bajo esas luces amigas, verdadero hogar de la vida marítima! El más moderno de entre ellos es ya venerable por las preciosas vidas que ha salvado.
Y el Esclavo-Montaña pues al separarse Flimnap de él había dejado de ser gentleman se sumió otra vez en su resignación servil. Durante la noche tampoco podía pensar en fugarse. Las máquinas aéreas enviaban de vez en cuando la luz de sus faros sobre el cuerpo de Gillespie, interrumpiendo su sueño. Además, los hombres que preparaban su comida dormían en torno de él.
El resto de mi vida, el que se disipaba en tibiezas, en sequedades, lo comparaba a esos bajos fondos que se descubren en el mar a cada baja marea y que son como la muerte del movimiento. Tal alternativa asemejaba mucho a la luz y al eclipse de los faros giratorios; esperaba yo siempre un despertamiento de mi ser, como navegante extraviado que aguardara la aparición de la señal sobre la costa.
Algunas noches, á la hora en que los faros empezaban á perforar la sombra naciente con sus primeras puñaladas de fuego, sentíase melancólico, y olvidando la diferencia de edad, hablaba á su sobrino como si fuese un compañero de navegación. Lamentaba no haberse casado... Ya tendría un hijo como Ulises.
Había pensado él que la doctrina ortodoxa debía circundar y encerrar el espíritu como fuerte muro flanqueado de eminentes torres; y temía que al salir de él el espíritu orgulloso le derribase o al menos le quebrantase, apagando los faros luminosos que en las torres resplandecían, y que el espíritu entonces, perdido, sin guía y sin luz en las tinieblas, jamás volvería a encontrar su santo refugio.
¡Monstruos! ¿Qué queréis? ¿No estáis aún embriagados con los naufragios de que tenemos noticia á cada momento? ¿Qué más pedís? «Tu muerte y la muerte universal, la supresión de la tierra y la vuelta del caos.» Los faros.
De estas almas, así heridas, brota entonces un raudal de ideas puras, de sentimientos sobrehumanos y de conceptos cercanos de la perfección, que vienen a ser como faros luminosos colocados de trecho en trecho en la historia, en el obscuro y áspero camino que sigue la humanidad errante. ¡Gran noticia, señores, gran noticia!
Cabalmente en ambas épocas despedia la mas codiciada luz, difundiéndola hasta las gélidas regiones septentrionales, la escuela artística de Bizancio: Justiniano y los Porfirogénitos fueron en ellas verdaderos faros para los otros reyes de Europa.
Topándose unos con otros, magullados, fueron arrojados no sé dónde, pero es lo cierto que salieron del peligro con vida. ¿Quién es capaz de contar el número de hombres y de barcos que salvan los faros? Vista la luz en esas horribles noches de confusión en que los más animosos se turban, no sólo indica el camino, sino que presta valor, impidiendo al ánimo extraviarse.
Todos miraban en la misma dirección, y Gillespie se creyó autorizado para volver la cabeza en idéntico sentido. Entonces vió, como á dos metros de su rostro, un gran vehículo que acababa de detenerse. Este automóvil tenía la forma de una lechuza, y los faros que le servían de ojos, aunque apagados, brillaban con un resplandor de pupilas verdes.
Palabra del Dia
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