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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Primeramente encontró pequeños grupos que iban hacia la ciudad; luego parejas; después individuos sueltos; al final nadie: una soledad absoluta. Los reverberos trazaban en el suelo amplios redondeles de púrpura. Más allá se extendían las tinieblas, cortadas por siluetas de ébano, que unas veces eran barcos y otras callejones de fardos, colinas de carbón.

Era una gran habitación situada en el primer piso, cuyas ventanas daban amplia vista sobre los ondulados prados que se extendían hasta Wormsley Hill y Sarnesfield.

Notaba en él la mano adicta de Pep y la gracia de Margalida. Jaime se fijaba en lo nítido de las paredes, en la limpieza de las tres sillas y la mesa de tablas, muebles fregoteados por la hija de su antiguo arrendatario. Unos aparejos de pesca extendían sus mallas por los muros con ondulaciones de tapiz. Más allá colgaban la escopeta y un bolso de municiones.

La luna blanqueaba las copas de los manzanos, cubiertos por la nieve de sus menudas flores. Los melocotoneros extendían a lo largo de las paredes sus ramas, abiertas en abanico, llenas de capullos. Carlos respiraba el aire tibio de la noche, cuando oyó un cuchicheo y prestó atención. Estaba hablando su hermana Catalina, desde la ventana de su cuarto, con alguien que se encontraba en la huerta.

Los árboles extendían de cerca, y por entrambos lados, sus ramas, cual si tratasen de atajar la marcha del tren. Parose éste repentinamente, cuando menos se esperaba, en medio de la mayor apretura de la garganta, donde no había rastro de estación ni otra fábrica de menor calidad que hiciese sus veces.

Babor contestaba el timonel desde abajo, como un eco. Seguía el capitán un rato con las cejas fruncidas y mirando a la proa; al cabo volvía a inclinarse y decía: A la vía. Vía respondía el timonel. Entonces se extendían de nuevo los resortes que tenían contraído su rostro atezado, y volvía a dibujarse en sus labios una sonrisa cándida y afable. Da gusto oírle tocar las sevillanas; ya verá usted.

Al médico le interesaban más los votos que se extendían por la pared, á la altura de sus ojos, cuadritos de una pintura cándida y grosera, representando olas alborotadas, barcos próximos á zozobrar con los palos rotos, y descendiendo de entre los nubarrones sobre el casco desmantelado, un rayo semejante á una lombriz roja.

El bote se agitaba con movimientos más suaves que en la noche anterior. El cielo no tenía sobre sus ojos una nube que lo empañase; todo él estaba impregnado de oro solar. Las aguas se extendían más allá de las bordas del bote, formando una llanura de azul profundo y mate que parecía beber la luz.

Pasó días enteros sin tocar las alforjas de víveres. No sentía hambre, y detenerse á comer representaba una pérdida de tiempo. Hacía alto al cerrar la noche para no perderse en la obscuridad; pero apenas se extendían las primeras luces del amanecer sobre este mundo desierto, reanudaba la marcha.

La modesta cámara de antes estaba desconocida, tanto eran el lujo y la elegancia desplegados por Carlos. Sobre las paredes grises y desnudas se extendían ricos tapices que, separándose por encima de las ventanas, caían en pliegos ondulantes. El piso estaba cubierto de esteras de Lima, trenzadas de lina y blanca paja, y encuadradas en amplios dibujos de colores llamativos.

Palabra del Dia

condesciende

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