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Actualizado: 9 de junio de 2025
Era, en fin, un verdadero almuerzo español; con el indispensable chocolate. Amparo comía con apetito y sin encogimiento. Mustafá sentado junto a ella gruñía con impaciencia excitado por el olor de los manjares. Puse un plato al leal compañero de Amparo, que me dio las gracias con una sonrisa, y acarició después con su pequeña mano la cabeza del perro que comía con ansia.
Cuando la idea se ofrece, no es posible no entender; y cuando falta, es imposible entender; la idea pues fecunda al entendimiento, y este sin aquella nada puede. Por consiguiente si admitimos que un ser puede servir de idea á un entendimiento, es necesario que le concedamos una actividad para excitar la operacion intelectual y que por tanto le hagamos superior al entendimiento excitado.
No podría usted dormir excitado por ese ambiente, y ha venido a tentar de nuevo la suerte con la misma esperanza que le guiaba otras veces. Hablaba sin su ironía habitual, quedamente, como si conversase con ella misma. Descansaba con abandono su busto en el respaldo del banco con un brazo cruzado tras la cabeza.
Luego giró lentamente sobre los talones por miedo a caerse y dió algunos pasos hacia la escalera, que comenzó a bajar con pie vacilante. Su padre, excitado por los gritos de la Amparo, avanzó hasta la barandilla y siguió repitiendo, cada vez más colérico, extendiendo su mano trémula como un barba de teatro: ¡Fuera! ¡Fuera de mi casa!
El teatro estaba de bote en bote. El público había acudido, excitado por la curiosidad, mas no por la benevolencia. Al contrario, el odio y el desprecio que el Sr. de Figueredo inspiraba, tocaron como por carambola y se estrellaron contra la pobre Rafaela.
El criado se aleja de allí mientras tanto, y Don Gabriel le sigue, ya excitado por la curiosidad, ya para no perder ciertos recuerdos de una de sus anteriores damas guardados en su equipaje; de repente se ve solo en la obscuridad, porque, sin notarlo, ha llegado, en persecución de su ladrón y atraído por él, á un aposento del castillo, y encuentra cerradas las puertas á su rededor, pero no permanece mucho tiempo en este estado, porque su servidor, el gracioso, se descuelga con una cuerda por la chimenea; en una palabra, el caballero extraviado ha caído en un castillo encantado.
Mas no por eso abandonaba a Nieves. El gallardo mancebo adivinaba que el amor propio excitado por la competencia, haría más en su favor que las mismas ventajas personales de que estaba dotado. Esta perspicacia era innata en él. Se había manifestado claramente desde que había enamorado a la primera mujer. Lo cual es un argumento más para los que creen en la preexistencia del ser humano.
Por lo dicho se explican las visitas de Antoñona a D. Luis, sus palabras, y hasta los feroces, poco respetuosos y mal colocados pellizcos, con que maceró sus carnes y atormentó su dignidad la última vez que estuvo a verle. Pepita, no sólo no había excitado a Antoñona a que fuese a D. Luis con embajadas, pero ni sabía siquiera que hubiese ido.
El duque de Lerma, aunque circunspecto, porque la gravedad era su vicio, hombre al fin, empezaba á sentirse excitado por la galante historia de doña Ana.
Aquella noche dije a mi padre mi deseo de aprender a montar. No quise ocultarle que Pepita me había excitado a ello. Mi padre tuvo una alegría extraordinaria. Me abrazó, me besó, me dijo que ya no era Vd. solo mi maestro, que él también iba a tener el gusto de enseñarme algo.
Palabra del Dia
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