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Actualizado: 9 de junio de 2025
Al día siguiente del lastimoso lance ocurrido cerca de Cuatro Caminos, no estaba Maxi más excitado y rencoroso que aquella noche lo estuvo. En el tiempo transcurrido desde la noche aciaga de Noviembre, no había visto a su ofensor sino muy contadas veces, y siempre de lejos; nunca le había tenido así, tan a tiro... «¡Ay!, ¿por qué no traigo un revólver?... Ahora mismo le dejaba seco.
Ana participó un momento de aquella voluptuosidad andrajosa. Pensó en sí misma, en su vida consagrada al sacrificio, a una prohibición absoluta del placer, y se tuvo esa lástima profunda del egoísmo excitado ante las propias desdichas. «Yo soy más pobre que todas estas.
El sosiego del campo, obrando como un calmante sobre su excitado organismo, había logrado darle confianza en sí mismo y aplomo. En aquel instante gozaba como nunca de la plenitud de la vida: su corazón latía firme y acompasado: la alegría que rebosaba del cielo y de la tierra penetraba en su ser como un bálsamo fortificante.
La reina puede sentarse en su trono dijo Canterac. Y mostró á Elena un banco rústico rematado por una especie de doselete hecho con guirnaldas de follaje y flores de papel. Excitado el francés por la soledad, habló con gran vehemencia de su amor y de los grandes sacrificios que estaba dispuesto á hacer por Elena.
Estaba un poco excitado, pero no se sentía vencido; él se atenía a sus experiencias. «Aquel clérigo no había tocado en la Regenta, estaba seguro». Sonreía de todo corazón, sonreía a sus pensamientos, a sus planes. «Claro que les molestaba a los nervios aquel espectáculo en que aparentemente el rival se mostraba triunfando a la romana, según don Víctor, pero... no había tocado en ella».
En efecto, el señor Tibet, dotado por naturaleza de ingenioso humorismo y excitado además por los brillantes ojos de las muchachas Jonnes, se portó de una manera tal, que atrajo las serias miradas de don Carlos Tomás, quien se le acercó, diciendo casi al oído: Parece que se siente usted malo, señor Tibet; permítame que le conduzca a su carruaje.
Y el viejo, que lo citaba como modelo á los otros arrendatarios, cuando estaba frente á él extremaba su crueldad, se mostraba más exigente, excitado por la mansedumbre del labrador, contento de encontrar un hombre en el que podía saciar sin miedo sus instintos de opresión y de rapiña. Aumentó, por fin, el precio del arrendamiento de las tierras.
Lo que no podía sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando con dificultades más rudas que las que ella le había excitado en balde a subir y a vencer. A pesar de su empeño en fingirse todo lo contrario, Elisa insistió entonces en formar gran idea del mérito de doña Beatriz.
Mario quedó tan encantado del éxito de su frase que, excitado por él, supo hallar en poco tiempo otras dos o tres no menos felices. Ambos quedaron en breve tan abstraídos de los ruidos mundanales que sonaban a su alrededor como si se hallasen en las profundidades de una selva virgen.
Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, sí, bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.
Palabra del Dia
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