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Actualizado: 20 de julio de 2025
Y la hipocondría fría y elegante que dominaba todo su ser demostraba que si algo subsistía después del desaliento ante tales ambiciones tan vulgares, era el disgusto de sí mismo y al propio tiempo el excesivo apego al bienestar.
Sin saber cómo, dejose ir la dama al impulso de una espontaneidad violenta que en su espíritu bullía, y contó a su amigo el incidente de la bata, sorprendida por el esposo en un momento en que se alzó la venda... «¡Pobrecito!, no le gusta ver en mí cosas que le parecen de un lujo excesivo... y quizás tenga razón...». De aquí pasó la Pipaón a consideraciones generales.
Resulta que un arroyo de sangre se interpone ahora entre los dos pueblos; que los heridos y resentidos, en vez de disminuirse se aumentan, pues á las familias y amigos de los culpables, que siempre creen excesivo el castigo é injusto el juez, hay que agregar las familias y amigos de los inocentes que no ven ninguna ventaja en vivir y obrar sumisa y pacíficamente.
Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía.
Porque como en Madrid los hombres no se distinguen por un excesivo respeto a las damas, oía, a su pesar, frases de admiración, requiebros, lo que ha dado en llamarse flores, que los transeuntes dirigían a su madre. Sentía, al escucharlas, una mezcla extraña de vergüenza y placer, de celos y de orgullo que le agitaba.
Lo deseaba, sí; pero como tenía su criterio formado y su invariable línea de conducta trazada, no daba un valor excesivo a lo que de la visita pudiera resultar. Véase por dónde la fuerza de las circunstancias había puesto a doña Lupe en una situación subalterna, y el pobre chico, que meses antes no se atrevía a chistar delante de ella, miraba a su tía de igual a igual.
Montáronle en un jumento y empezóse la procesión hacia el brasero y aunque era el calor excesivo, el polvo como niebla espesa y el trecho largo de más de dos mil pasos, ni les faltó jamás quien les exhortara, ni en las calles, plazas y campos, quien les oyera, llenara y embarazara el camino.
Temió haberle involuntariamente herido al hablar de la vejez con excesivo desdén y, para destruir el efecto de su aturdimiento, redobló todavía su natural amabilidad. Si quiere dijo Camila, daremos un paseo por el parque y le acompañaré hasta una puertecilla que da al campo y que no alargará mucho su camino... Deme usted el brazo.
Poco después tuvo que abandonar a Córdoba. «Cuando al cabo de cinco años volví a Córdoba dice fui a vivir a casa de unos parientes, donde la encontré de nuevo; pero estaba tan cambiada que apenas la reconocí; tuvieron que decirme quién era. Aquella flor, que había sido el encanto de cuantos la miraban, estaba ya marchita, por la necesidad de acudir a su subsistencia con un trabajo excesivo.
»Sé siempre buena católica cristiana, que lo primero es salvar el alma. Cumple los preceptos de la Iglesia, que todo ello se puede hacer sin fatigarse. Pero no te entregues con excesivo afán a las prácticas religiosas; trata a los curas con consideración, y dales para que coman, que a esta gente hay que tenerla contenta.
Palabra del Dia
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