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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Como M. Le-Gentil vino á observar los astros, nada tiene de extraño que al escribir costumbres filipinas en Francia, se acordara de el tan sabido cantar «de el mentir de las estrellas».

"Yo puse en este caso diligencia Mirando las estrellas y planetas; Tambien tuve gran cuenta y advertencia En ver andar errando los cometas, Y enseñame tambien ya la experiencia, Por ver otras naciones ya sujetas, Que no han de bastar fuerzas ya de manos Contra el poder soberbio de cristianos."

10 Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. 11 Y el SE

Amigo querido dijo Golfín con emoción y lástima es verdaderamente triste que usted no pueda conocer que ese pedruzco no merece la atención del hombre, mientras esté suspendido sobre nuestras cabezas el infinito rebaño de maravillosas luces que llenan la bóveda del cielo. El ciego volvió su rostro hacia arriba, y dijo con profunda tristeza: ¿Es verdad que existís, estrellas?

1 Escribe al ángel de la Iglesia de Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el cual anda en medio de los siete candeleros de oro, dice estas cosas: 3 y has sufrido, y sufres, y has trabajado por mi Nombre, y no has desfallecido.

En la noche solitaria purifican con sus rayos y mi corazón abrasan y me prosterno ante ellos con adoración extática; y en el día no se ocultan cual se ocultó mi esperanza; por todas partes me siguen mirándome fijamente en mi espíritu clavadas... ¡Misteriosas y lejanas me persiguen tus miradas como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes, como dos estrellas blancas!

Gallardo, sin saber cómo, se vio en los jardines, bajo el solemne silencio que parecía descender de las estrellas, entre cenadores de frondosa vegetación, siguiendo una senda tortuosa, viendo al través del follaje las ventanas del comedor iluminadas cual bocas de infierno, por las que pasaban y repasaban las sombras como demonios negros.

Ha visto cómo se desnudaban los aceros, cabrilleando en la sombra, bajo la plata mística de las estrellas, buscando bravamente el corazón por el encanto de un soneto.

Llegóse el día, y tomaron los peregrinos el #camino# de Valencia; los cuales, otro día, al salir de la aurora, que por los balcones de Oriente se asomaba, barriendo el cielo de las estrellas y aderezando el camino por donde el sol había de hacer su acostumbrada carrera, Bartolomé, que así creo se llamaba el guiador del bagaje, viendo salir el sol tan alegre y regocijado, bordando las nubes de los cielos con diversas colores, de manera que no se podía ofrecer otra cosa más alegre y más hermosa a la vista, y con rústica discreción dijo: -Verdad debió de decir el predicador que predicaba los días pasados en nuestro pueblo cuando dijo que los cielos y la tierra anunciaban y declaraban las grandezas del Señor.

Y, sin embargo, no qué extraño temor, qué singular escrúpulo, qué apenas perceptible e indeterminado remordimiento me atormenta ahora, cuando tengo, como antes, como en otros días de mi juventud, como en la misma niñez, alguna efusión de ternura, algún rapto de entusiasmo, al penetrar en una enramada frondosa, al oír el canto del ruiseñor en el silencio de la noche, al escuchar el pío de las golondrinas, al sentir el arrullo enamorado de la tórtola, al ver las flores o al mirar las estrellas.

Palabra del Dia

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