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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Quiero gobernar a hombres libres. Ve a ver a la maga por última vez. Ve: dile lo que quiero. Pero ¿qué quieres entonces, infeliz? ¿Quieres reinar en el cielo donde están los soles y las estrellas, y ser dueña del mundo? Que vayas te digo, y le digas a la maga que quiero reinar en el cielo, y ser dueña del mundo. Que no voy, te digo, a pedirle a la maga semejante locura.
Mi existencia sólo sirve para hacer sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.
Antes, la noche sólo tenía estrellas; ahora puede ofrecer de pronto teatrales mangas de luz en cuyo extremo amarillea el zepelín como un cigarro de ámbar. Sentimos el deseo de prolongar nuestra velada.
Santo Dios de bondad; si así es el material, el visible, ¡cómo será el Empíreo, donde están la Virgen, los ángeles y los santos! Artegui sacudió la cabeza, e inclinándose hacia Lucía, murmuró: ¿Qué le parece a usted del aspecto de esas estrellas? Cualquiera diría que están tristes. ¿No es verdad que su centellear las hace muy semejantes a una pupila que vierte lágrimas?
-Eso haré yo de muy buena gana, señor mío -respondió Sancho-, y volvamos a mi aldea en compañía destos señores, que su bien desean, y allí daremos orden de hacer otra salida que nos sea de más provecho y fama. -Bien dices, Sancho -respondió don Quijote-, y será gran prudencia dejar pasar el mal influjo de las estrellas que agora corre.
Nuestro sol es una hormiga de ese hormiguero, una de esas estrellas. ¿El sol... es una estrella? interrogó asombrada la niña. Una estrella fija. Nosotros damos vueltas en torno de ella como locos. ¡Ay, qué gusto es saber todo esto!
Por encima del resplandor rojizo de la plaza abarcaba la vista una gran extensión de espacio, un cielo de verano, obscuro, límpido y profundo, matizado por el polvo brillante de las estrellas. Cuando cesó la música y comenzaron a apagarse las luces, los habitantes de la catedral sintieron cierta pereza en abandonar sus asientos. Estaban bien allí.
Sí, adiós, ángel mío, es preciso que nos separemos. ¿Ves? la noche ya es menos obscura, las estrellas palidecen y esa claridad rojiza nos anuncia la proximidad de la aurora. Adiós, pues, Rosita mía. Otro beso... uno solo... ¡el último! alma de mi vida. Y el sol doraba ya las altas torres del convento, cuando aun duraba este beso.
Precisa suponer, además, que alrededor de los objetos que colocamos de esta manera, se extiende el cielo, hasta distancias infinitamente mayores que la del Sol á la Tierra, es decir, en el caso presente, que el semi-diámetro de nuestra mesa. En todo ese espacio y en todas direcciones se encuentran las estrellas.
Contempla al Norte, en trece fajas bellas Como flamea el pabellon de estrellas Simbolizando libertad y union; Y en la torre de su alto Capitolio La democracia antigua en su gran solio Con mas justicia y con mejor razon.
Palabra del Dia
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