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Actualizado: 18 de junio de 2025
Las espinas de la vida hieren mis carnes; el frío de la vida hiela mi corazón. ¡Glorioso sol, llévame contigo, llévame por encima de las montañas y las olas, sobre las verdes llanuras y las espumas del Océano; llévame lejos del triste sueño de la existencia, a reposar bajo tu pabellón tejido de estrellas! He visto a mi hijo inocente padecer horribles martirios.
Magdalena era la que le hablaba en la brisa, la que le acariciaba en el perfume de las flores, la que sujetaba su vestido a las espinas de aquel rosal, cuyas rosas había ella arrancado tantas veces. Pero todo esto distaba mucho de ser triste y melancólico y más bien toda aquella emanación de la joven era alegre y parecía gritar a Amaury: « No te muerto, Amaury.
Esas son cosas que los hombres sueñan, y llaman demonios a los consejos malos que vienen de lado feo del corazón; sólo que como el hombre se ve con cuerpo y nombre, pone nombre y cuerpo, como si fuesen personas, a todos los poderes y fuerzas que imagina: ¡y ése es poder de veras, el que viene de lo feo del corazón, y dice al hombre que viva para sus gustos más que para sus deberes, cuando la verdad es que no hay gusto mayor, no hay delicia más grande, que la vida de un hombre que cumple con su deber, que está lleno alrededor de espinas!: ¿pero que es mas bello, ni da más aromas que una rosa?
Tampoco se fijó en la inquietud de D. José, que se movía en el asiento como si este tuviese espinas; y volviendo a lamentarse de su destino, se dejó decir: «Porque no hacen solutamente estimación de los verídicos hombres del mérito. Tanto mequetrefe colocao, y a nosotros, tocayo, a estos dos hombres de calidá nadie les ensalza.
28 No seas testigo falso contra tu prójimo; y no lisonjees con tus labios. 29 No digas: Como me hizo, así le haré; daré el pago al varón según su obra. 30 Pasé junto a la heredad del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; 31 y he aquí que por toda ella habían ya crecido espinas, ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruida.
He cambiado las llaves del cariño por las llaves del cofre del dolor, y voy, o como un viejo o como un niño, muerto para las glorias del amor. Quede en tus manos, pues, la mariposa, quede en tus manos la divina rosa, el agua mansa y la celeste luz, y déjame en limosna la tristeza, las espinas que ciñen mi cabeza, y, más que todo, mi sangrienta cruz.
Sí, señor, contribuye...; pero adelante. ¿Qué pasa, don Fermín? ¡Por los clavos de Cristo! De Cristo tengo yo que hablarle a usted también, y de sus clavos, y de sus espinas y de la cruz.... Por compasión... Don Víctor, yo necesito antes de hablar que usted me declare el estado de su ánimo.... ¿Qué quiere usted decir?
Las espinas de la vida comenzaron a clavarse cruelmente en las carnes delicadas de aquella niña, que hasta entonces sólo flores había hallado en su camino. El despego de Amalia fue creciendo de día en día. A la par crecía también la reserva y la timidez de su hija. Pero como al fin era niña, esta tristeza disipábase a veces al impulso de un capricho.
2 Porque ¿para qué yo habría menester la fuerza de sus manos, en los cuales pereció el tiempo? 4 Que cogían malvas entre los arbustos, y raíces de enebro para calentarse. 6 Habitaban en las barrancas de los arroyos, en las cavernas de la tierra, y en las piedras. 7 Bramaban entre las matas, y se congregaban debajo de las espinas.
Acércanse entonces sus perseguidores; entrégase á ellos sin hacer resistencia; declara en voz alta que vuelve á profesar la religión cristiana, y considera como un beneficio la muerte de los mártires con que le amenazan. Llevado á Túnez, pide perdón á su padre y hermana con lágrimas de arrepentimiento, y á la conclusión, se le ve morir risueño en la cruz, coronado de espinas.
Palabra del Dia
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