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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Aquí, si había parientes esperando, empezaban los abrazos, los besos, las felicitaciones. Era propinado con algún real mal contado el cochero, y cada cual se iba por su camino, siendo costumbre tomar allí mismo, en los aposentos de la Riojana, un preámbulo estomacal para poder subir la calle de Atocha, que era entonces algo más inaccesible que ahora.
Todos los que estaban sanos le tenían por loco, pero apenas sentían cierto quebranto en su salud, respiraban la misma fe que las pobres mujeres que permanecían largas horas en casa del Dotor, viendo á lo lejos su barca, esperando que volviese del mar para enseñarle los niños enfermos que llevaban en brazos.
Hay una señora en la sala que le está esperando. Apresurose Príncipe a subir la escalera, y al entrar en el cuarto, la señora de Ponce voló a su encuentro. A decir verdad, habíase desmejorado mucho en los últimos diez años.
Ponte, Leonela, a esa ventana y llámale, que, sin duda alguna, él debe de estar en la calle, esperando poner en efeto su mala intención. Pero primero se pondrá la cruel cuanto honrada mía. »¡Ay, señora mía! -respondió la sagaz y advertida Leonela-, y ¿qué es lo que quieres hacer con esta daga? ¿Quieres por ventura quitarte la vida o quitársela a Lotario?
Sin desistir, por consiguiente, de vengarse si se presentaba ocasión cómoda para ello, D. Casimiro resolvió enamorar estrepitosamente á Nicolasa, esperando que así daría picón á la futura carmelita, ó probaría al menos que tenía por amiga una mujer de mucho mérito. Nicolasa, en efecto, lo era.
Muy mal aviada estoy para recibir a usted. Echóse por los hombros, para ocultar lo raído del traje, un chal de brillantes rayas que había dejado caer, e inclinándose graciosamente, me dio la mano. Se la oprimí y la oprimí contra mis labios tratando de reanimar mi valor, mientras ella, siempre sonriente, me miraba, esperando la explicación de mi visita a aquella hora.
Se incorporaron a las partidas insignificantes que corrían la Mancha, y pasaron después a Valencia y Cataluña, ganosos de empresas más importantes para a causa de Dios y el rey que robar muías e imponer contribuciones a los ricos. Gabriel encontró un encanto brutal a aquella existencia errante, siempre en continua alarma, esperando la proximidad de la tropa.
El grande hombre de los «colorados», el doctor Sepúlveda, vivía tranquilamente en Buenos Aires, esperando el momento de regenerar su provincia. Mientras tanto, los partidarios del doctor hacían toda clase de esfuerzos para lograr su triunfo: revoluciones de día, revoluciones de noche; sublevaciones en la ciudad, sublevaciones en el campo.
Su ser estaba suspenso entre el regocijo y el temor, esperando la palabra o el gesto que expresaría para ella todo el bien o el mal que la vida podía reservarle. En ese momento un lacayo penetró presuroso en la cuadra anunciando que don Alonso Blázquez subía las escaleras.
Y otra que le conocia mas: Buenas tardes, señor Memnon; de veras, señor Memnon que me alegro mucho de veros: ¿cómo es que estais tuerto, señor Memnon? y dicho esto, se fué sin aguardar respuesta. Agazapóse Memnon en un rincon, esperando á poderse echar á los pies del monarca.
Palabra del Dia
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