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Se acordó de que tenía un tío en una de las provincias del Norte, párroco de cierta aldea pintoresca y sana, al decir de los que la habían visitado, y decidió escribirle inmediatamente.

Y no creas que las idealizo... ¡Oh, no...! Te sigo contando. Pocos días después de escribirle Acosta esa carta, que ella no le contestó, la encontró inesperadamente en casa de las Aliaga. Hablaron; él se puso a llorar como un chico, y esa tarde, sintiendo el vértigo de una pasión que concluiría por vencerla, buscó la única solución salvadora. Vivió todavía horas de sombría sublimidad.

El que escribe a una querida escribe para , por varias razones; por lo regular rara vez se encuentran dos amantes en igual grado de pasión; por consiguiente, el calor del uno es hielo para el otro, y viceversa. Además, desde el momento en que dejamos de querer a nuestra amada, dejamos de escribirle. Prueba de que no escribíamos para ella.

Y, finalmente, me dijo que dijese a vuestra merced que le besaba las manos, y que allí quedaba con más deseo de verle que de escribirle; y que, así, le suplicaba y mandaba que, vista la presente, saliese de aquellos matorrales y se dejase de hacer disparates, y se pusiese luego luego en camino del Toboso, si otra cosa de más importancia no le sucediese, porque tenía gran deseo de ver a vuestra merced.

»No terminaré despidiéndome de usted, amiga mía, porque con ese motivo pienso escribirle una carta muy extensa en la que habré de hacerle mis recomendaciones: entre todas, la primera debe ser la de hablarle de a Magdalena todos los días, sin olvidar ni uno soloSábado, a las cinco de la tarde. «Me marcho mañana, querida Antoñita.

Ella, en cambio, le hablaba de , lo mismo que los grandes señores amigos del torero; pero esto sólo era en la intimidad, pues cuando tenía que escribirle una breve carta avisándole que no pasase por su casa por tener que salir con sus parientes, le trataba de usted, y no había en su estilo otras expresiones de afecto que las fríamente corteses que se dedican a un amigo de clase inferior.

»Al separarme del doctor subí a mi cuarto para escribirle a usted esta carta que ahora dejo interrumpida y continuaré más tarde, pues acabo de recibir recado de Magdalena diciéndome que me aguarda, y corro a verla.» A las diez. «Puede usted reñirme, Antoñita; bien lo merezco porque temo haber cometido una gran locura. »Magdalena estaba sola.

Enrique, este papel es una carta Que del Rey albanés recibo agora: Contiene, en suma, una desdicha grande, Y como amigo, pídeme consejo. Yo, que no fío de mi ingenio cosas Tan arduas, y del tuyo estoy contento, Quiero que me aconsejes lo que pueda Escribirle en desdicha semejante.

En Andalucía, por fortuna, aunque la gente pronuncia mal el castellano, suele hablarle y escribirle bien; y no tiene trazas, por lo pronto, de adoptar idioma diferente. Esto no obsta, antes bien nos excita a dar aquí cuenta y justas alabanzas de algunos libros que en Andalucía se escriben.

No seas tonta, mujer... no seas tonta... ¡para divertirlo y darle un mal rato no tienes que aguardar por república ni repúblico! ¿Que no? ¿Sabes lo que yo había de hacer? Pues esto mismo. Coger papel y pluma.... ¿Conoce tu letra? Nunca le escribí. Mejor. Pues escribirle a la de García una carta bien explicada, para que no se deje engañar por él. ¿Un anónimo? ¡Quita allá!