Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 7 de julio de 2025


Cuando bajaba a prestar declaración a la salita de rojo dosel, que está junto al despacho del alcaide, Isidora contestaba a las preguntas del juez con serenidad tranquila, con confianza en su derecho y al mismo tiempo con un aire de superioridad que cautivaba, preciso es decirlo, al mismo señor juez dignísimo y al escribano.

; , señor; es un hombre de cuarenta y cuatro á cuarenta y seis años, aunque demuestra diez menos; ya en otra ocasión me mandó vuecencia que me informara, y yo acudí á mi compadre Diego de Auñón, que es un escribano real, que corta un cabello en el aire. A las veinticuatro horas me dijo: El tal por quien me preguntáis, ha vivido honradamente matando á obscuras por poco precio.

Y si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano, como destos escudos, si llegan a sus bolsas?

El chico volvió a gritar: ¡Cereza! ¡Cereza!... Por Dios, me dejéis la Cereza... Señor escribano, déjeme la Cereza... Pero viendo que se alejaban sin hacer caso, dejó de suplicar. Se puso a recoger piedras del suelo y a arrojárselas lleno de ira. ¡Ladrones! ¡ladrones!... ladrones de vacas... ¡Déjame la Cereza, ladrón!... ¡Deja esa vaca, ladrón!

Se discutió mucho aquella noche, para pasar el rato mientras llegaban noticias, sobre la legitimidad de esta costumbre bárbara que habíamos heredado de la Edad media. Orgaz padre, que era algo erudito, aunque de oficio escribano, aseguró que el duelo era resto de las ordalías.

Pronto reconocieron en aquella pelota a la hija mayor del escribano, que venía desmayada y con acardenalado y gordo chichón en la frente. Las mejillas y las narices las traía embadurnadas en una sustancia amarilla y pegajosa a la que las moscas acudían. Al pronto dio no poco que sospechar tal sustancia, pero luego se supo que eran yemas despachurradas.

Total, que no he podido reunir más. Aquí está el papel para el recibo... Pon mil doscientos reales para el mes que viene. Mejor será para el otro mes. Mira, mira, no pintes el diablo en la pared. Pon el mes que viene». Don José empezó a extender el recibo. «Bien clarito, señor escribano... ¡Hola, hola!, ¿está aquí tu Holofernes?... ¡Vida! ¡Gloria!».

Tasaron los señores del Consejo Real este libro intitulado: Relación historial de los indios que llaman Chiquitos en la provincia del Paraguay, á seis maravedís cada pliego como más largamente consta de su original, despachado en el oficio de D. Baltasar de San Pedro Acevedo, escribano de Cámara del Rey nuestro señor y del Gobierno de su Consejo, en Madrid á nueve de Septiembre de mil setecientos veintiséis años.

El señor José se presentaba por las noches en casa de Isidro, pues el día pasábalo en aquella gran edificación de las afueras, por no perder el jornal. ¿Qué hay del chico? preguntaba ansiosamente. Al principio le dio Isidro buenas esperanzas. Creía posible su excarcelación por medio de un amigo que, a su vez, lo era de otro que conocía al escribano. Luego se mostró pesimista.

Paseaba, pues, don Cándido el día 15 de Marzo del ya citado año de 1681 por la Alameda de Hércules, cuando fué avisado que dos mujeres que por allí vivían andaban cambiando monedas falsas, y lo mismo fué el tener tal noticia, acompañado de dos alguaciles y del escribano don Jerónimo de Parga, presentóse en la casa que le habían señalado como residencia de las mujeres, á las cuales sorprendió, comenzando el registro del domicilio.

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando