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Actualizado: 7 de julio de 2025
Por otra parte, y mientras en Villalegre permaneciese, juzgaba él que sería ya inútil para todo y que no valdría ni para secretario de Ayuntamiento, ni para consejero de don Andrés, ni para colaborador del escribano, ni para pasante de los abogados Peperris.
Yo salí en fiado, por virtud del escribano. Y el relator no se descuidó, porque mudó tono, habló quedo y ronco, brincó razones y mascó cláusulas enteras. Libro Tercero: Capítulo V: De cómo tomó posada, y la desgracia que le sucedió en ella. Salí de la cárcel. Halléme solo y sin los amigos; aunque me avisaron que iban camino de Sevilla a costa de la caridad, no los quise seguir.
JULIA. ¡No, mamá! Es una muchacha que carece de condiciones para el estudio... El despacho de un juez de instrucción; moblaje pobre; un bureau debajo de una ventana; tres sillas; una biblioteca con cortinillas, que probablemente no encierra ningún libro; una puertecilla, que da a las habitaciones del escribano, invisible; se entra por otra puerta que hay en el fondo.
Me ha dao de repente en el corasón que a ese escribano le va a pasar argo antes de las elecsione... Es un presentimiento... vamos... y mire usté, cuando yo he tenío alguno casi siempre se ha realisao.
Juan José Lezica Martin Gregorio Yanis Manuel Mancilla Manuel José de Ocampo Juan de Llano Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva Licenciado D. Justo José Nuñez, Escribano público y de Cabildo.
Julian de Leiva Licenciado D. Justo José Nuñez, Escribano público y de Cabildo. Concluida la acta que precede, los mismos Señores del Exmo.
Isidora y el escribano entraban en un vestíbulo nada espacioso; salía a recibirlos un empleado con gorra galoneada, traspasaban un cancel de cristales, y volviendo un poco a la derecha, encaraban con una puerta de pesados cerrojos, sobre la cual se leía en letras negras la palabra Rastrillo.
Y, levantándose, abrazó al licenciado, y quedaron más amigos que de antes, y no queriendo esperar al escribano, que había ido por la espada, por parecerle que tardaría mucho; y así, determinaron seguir, por llegar temprano a la aldea de Quiteria, de donde todos eran.
Acabada la ceremonia, el amigo de don Hugo y los testigos se retiraron, y yo, triste y temerosa por aquellas bodas que se habían hecho junto á una moribunda, me quedé velando su agonía. Al amanecer murió. Aquel día un escribano vino á abrir el testamento. La buena doña María había dejado todos sus bienes, que eran muchos, á la esposa de su sobrino. Yo era ya rica.
Hubo de descubrir éste, después de mucho tiempo, su deshonra; pero no fué hombre de los que se dan á la justa cólera, ni menos pensó en vengar el agravio con propia mano, sino que entabló querella ante escribano, y, presos la Tablante y Márquez, se les condenó á la última pena en 22 de Octubre de 1624.
Palabra del Dia
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