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Actualizado: 25 de mayo de 2025
No, no digo yo eso, ni lo pienso, doña Juana; pero cuando la expulsión de los moriscos... la reina creía que el edicto era demasiado riguroso... pretendía que los reinos de Granada y Valencia iban á quedar despoblados... me indicó otros medios... estábamos solos la reina y yo... al día siguiente en el despacho, estuvo Lerma taciturno y serio y me hizo comprender con buenas palabras que lo sabía todo... es más: extremó los rigores, sin duda saludables, de la ejecución del edicto, y yo tuve después con la reina un serio disgusto; ahora, con la expedición de Inglaterra, la reina pretende que es aventurada, ruinosa, ineficaz... Lerma ha enviado allá á don Juan de Aguilar y la reina se ha negado á recibirme de todo punto.
Toda la noche la pasé en un puro grito... Después..., después ese tigre de don Máximo no ha venido todavía a pesar de haberle enviado dos recados... ¡Que Dios le perdone!... ¡Que Dios le perdone! Doña Gertrudis cerró los ojos como si se dispusiese a morir sin auxilios temporales ni espirituales. Ricardo, acostumbrado a estos exabruptos, permaneció buen rato silencioso.
Regresa al campo de Quiroga para arreglar el convenio definitivo; pero éste, dejándolo allí, se puso en movimiento sobre su enemigo, cuyas fuerzas, desapercibidas por las seguridades dadas por el enviado, fueron fácilmente derrotadas y dispersas.
Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero.
Gabriel dijo como quien despierta de un mal sueño . ¿Cómo has entrado aquí? ¿Qué buscas? No me esperabas sin duda. Su acento de profunda sorpresa no indicaba pesadumbre ni contrariedad. Después añadió: No parece sino que te ha enviado Dios en socorro mío. Acompáñame: tengo que salir a la calle. ¡A la calle! exclamé más desconcertado aún.
El gitano, tranquilo hasta entonces, había sido simple espectador de aquella escena; pero al oír aquella voz bien conocida, exclamó: ¡Miserable carmelita, deja entrar a esos sacerdotes! soy yo, el gitano, quien los ha enviado a buscar para comunicarles mis últimas voluntades, para confesarme. ¿Qué esperas, pues?
Necesito indispensablemente cincuenta pesos, y retirar siquiera hasta mañana, mi diadema de perlas y mis brazaletes para esta noche: en cambio vendrá una vajilla de plata y cuanto tengo en casa. Debo a los músicos tres noches de función; ésta me han dicho decididamente que no tocarán si no les pago. El catalán me ha enviado la cuenta de las velas, y que no enviará más mientras no le satisfaga.
Porque eso hace la usura con los desdichados que se ahogan en apuros. De algunos de ellos me he condolido; y por evitar que otros los robaran, casi me he dejado robar yo a ojos vistas. Pero a los más les he enviado enhoramala, porque no merecían caer en manos de un hombre de bien. Y ¡qué porte el suyo! ¡Qué caballeros tan de punta en blanco!... ¡Y qué señoronas de primer lustre!
Abd-el-rhaman se propuso satisfacer esta necesidad; no levantó ya un templo para su corte, levantó un segundo santuario para el islamismo, levantó una mezquita que rivalizara con la de la Meca y fuese otro lugar de peregrinacion para todo el que creyese en el nuevo enviado de Alá sobre la tierra.
18 Porque Hiram le había enviado navíos por mano de sus siervos, y marineros diestros en el mar, los cuales habían ido con los siervos de Salomón a Ofir, y habían tomado de allá cuatrocientos cincuenta talentos de oro, y los trajeron al rey Salomón.
Palabra del Dia
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