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Actualizado: 6 de junio de 2025
Ya debemos cinco meses y de un día a otro nos pondrán los pocos trastos que tenemos en la calle... ¡Dios mío, Dios mío, qué va a ser de nosotros! ¡Vaya por Dios! ¡Infeliz mujer! exclamó Visita por lo bajo. Cirilo sacó una moneda del bolsillo y se la entregó. ¿Qué le has dado? le preguntó su esposa al oído. Una peseta. Dale más. Sacó un duro y se lo dio. ¿Qué le has dado? Un duro. Dale más.
El pueblo estaba indignado: algunos vecinos se lo habían recriminado duramente, pero no hacía caso. Por último, el asunto estaba zanjado, porque Tomás, viendo que no sacaría nada en limpio, se vino a las buenas y se apartó de la querella mediante 5.000 reales que el cura le entregó. Todo quedaba, pues, sosegado por entonces. Podía vivir sin temor.
Nuño llevó a Montilla, y entregó recatada y secretamente al hermano menor de D. Alonso de Aguilar, una extensa carta, escrita por doña Mencía, y que decía de esta suerte: VII
La he dado el dinero que usted me entregó, la he dicho que están pagados los quince dias de alquiler, la he exhortado á que se arrepienta, á que olvide ese amor funesto, y á que espere en la misericordia de Dios. ¿Y cómo está? la preguntó con impaciencia mi mujer. Quedó más tranquila, mucho más tranquila, y diciendo esto desapareció, dejándome las notas. No quise perder tiempo.
Y en lo de mi partida, sea luego; que yo no tengo más voluntad que la vuestra: disponed vos de mí a toda vuestra guisa y talante; que la que una vez os entregó la defensa de su persona y puso en vuestras manos la restauración de sus señoríos no ha de querer ir contra lo que la vuestra prudencia ordenare.
Se entregó por entero a su dolor, sollozando en alta voz, y llorando en tal abundancia, que las lágrimas le empapaban las mejillas. Mathys, que la creyó ofendida por su negativa, trató de hacerla comprender que se equivocaba.
Le había escrito a la estancia del señor Molina sin recibir contestación; entregó una carta, el ultimátum, a Raquel, suplicándole que la hiciera llegar a manos de Adriana; por fin, la víspera de ese viernes, Charito González le dio la seguridad de que ella vendría expresamente de la estancia. Subió Muñoz la escalera de la casa con emoción indescriptible.
El P. Jacinto leyó la carta que le entregó D. Fadrique. Luego sacó éste del bolsillo un paquete de papeles. Le puso sobre la mesa y dijo: Aquí están los papeles todos que se requieren para formalizar la donación, la cual deseo que se lleve á feliz término por medio de V.
El joven no tuvo tiempo de abrir la boca para formular una pregunta; su tutor exclamó, apenas hubo cerrado la puerta: ¡Todo está aclarado! Ni siquiera ha leído las cartas, la pobre niña; se las entregó cerradas á su tía. ¡Cerradas!
Respondieron á los Embaxadores, que ellos admitian el partido, y con esto el negocio quedó concluido, y luego por parte del Príncipe se les entregó el dinero, y vituallas, y ellos con mucha puntualidad partieron el dia que ofrecieron de salir.
Palabra del Dia
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