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Actualizado: 22 de junio de 2025
Aresti salió de su ensimismamiento al ver que entraba en la calle única de Labarga, dos filas de míseras casuchas puestas sobre los peñascos que bordeaban el camino. Los edificios de Gallarta parecían palacios, comparados con las chozas de este barrio de mineros. Eran barracas, conocidas en el país con el nombre de chabolas, con tabiques de madera delgada y techumbre de planchas corroídas.
Pero la amante, arreglándose el pelo ante el espejo, hablaba con una frialdad fingida, temblándole la voz. «Vístete... Vámonos pronto. ¡Y pensar que una noche como ésta tengo que ir con tía al Real!... ¡Qué rabia!» Un estrépito de metales golpeados arrancó a Ojeda de su ensimismamiento. Esta impresión le hizo temblar, mientras su memoria retrogradaba al presente.
Este ruido sacó al otro comensal de su ensimismamiento: era el gitano. ¡Francia, Blasillo! palabra ¡es un digno país! ¡País de hospitalidad! dijo Blasillo apurando un segundo vaso de champaña. El gitano miró, inclinó la cabeza hacia atrás recostándola sobre los cojines del diván, y soltó una carcajada. Y de la libertad continuó Blasillo en el mismo tono.
Cada vez que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen vacíos y vueltos del revés.
En eso no estoy conforme contigo replicaba la hermana; para estos tiempos no vale la inteligencia, y mucho me temo que en los enredos de la Bolsa no esté Quilito más comprometido de lo que fuera menester. Casilda, eres una pesimista de mal agüero. ¡Ay, Pablo, ojalá me equivocara! A los síntomas apuntados, se agregaron bien pronto el ensimismamiento, el mal humor, la irritabilidad.
Presa de horribles vacilaciones, de temor, de anhelo y compasión, se sentó delante de una mesa y metió la cabeza entre las manos mientras el niño, en completa libertad, curioseaba por la estancia enredando con los objetos que estaban a su alcance. El ingenioso D. Pantaleón salió de su ensimismamiento para mirar el reloj. Eran ya más de las seis. No tardarían en llamarle para comer.
Por la ventana del dormitorio vio Lorenzo al subir al corredor, que Melchor estaba sentado en el borde de la cama con las manos sobre los muslos en actitud de profundo ensimismamiento; pero en el mismo instante en que le golpeó el vidrio, Melchor le miró sonriendo como si hubiera estado pensando en cosas alegres.
En los testeros, esculpidas imágenes hablaban de idealidad, de ensimismamiento, de reposo... Y el viejo rey aseguraba que, aun cuando a nadie fuera dado acompañarle hasta allí, su hospitalidad seguía siendo en el misterioso seguro tan generosa y grande como siempre, sólo que los que él congregaba dentro de sus muros discretos eran convidados impalpables y huéspedes sutiles.
El hermano sacó al médico de su ensimismamiento, enseñándole la parte superior del altar. En un relicario de oro estaba el corazón del santo. Era lo único que allí conservaban del fundador. El cuerpo, como sabía todo el mundo, estaba depositado en el Jesu de Roma. Sí: lo conozco. Lo he visto dijo Aresti.
¡Anda, Gabriel continuaba el campanero , no perdamos tiempo! Es cosa de un instante, y en seguida ¡a volar! ¡No dijo Luna con firmeza, saliendo de su ensimismamiento , no haréis eso, no debéis hacerlo! Es un robo lo que me proponéis, y mi dolor es grande viendo que para eso contabais conmigo.
Palabra del Dia
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