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Actualizado: 18 de junio de 2025


Cuando el Oriente llegó con la niña, encontraron a la madre del Poniente. Ella recibió a la niña con gran asombro y cariño. La niña hizo las mismas preguntas y la madre contestó: Mi hijo le conocerá. 145 Entonces la escondió debajo de la olla. Cuando llegó el Poniente, estaba muy enojado pero después que hubo comido, la madre sacó la niña y preguntó por el príncipe Jalma.

O ponme una señal, por do se entienda Que soy hechura tuya y de tu casa: Y asi no havrá ninguno que me ofenda. Vuelve la vista, y mira lo que pasa, Fue de Apolo enojado la respuesta, Que ardiendo en ira el corazon le abrasa. Volvila, y vi la mas alegre fiesta, Y la mas desdichada y compasiva, Que el mundo vió, ni aun la verá qual esta.

Benina no le quitaba los ojos, atenta a sus movimientos, pues no las tenía todas consigo, viéndose sola con el enojado marroquí en lugar tan solitario. «A ver... amos... a ver por qué soy tan mala y tan engañadora. ¿Por qué? Poique ti n'gañar .

Estando á los últimos, le envió un Padre la imagen de San Francisco Xavier para que le pidiese la salud; pero él, en lugar de pedirle la vida, le suplicó que si aún no se le había llegado su hora, le alcanzase luego de Dios se le llegase; y en efecto, fué al punto oído, porque mientras explicaba al glorioso apóstol sus deseos, plácidamente espiró; y preguntando al niño que le había llevado la santa imagen cómo estaba el enfermo, respondió llorando que ya había muerto; y con un modillo, á manera de quien estaba enojado, añadió: «¿Y cómo no había de morir, si pidió él ir á ver á Jesucristo y Su Madre Santísima

Mientras así estaba llorando delante de Dios, oyó una voz, como de quien estaba enojado, que hablaba con él y le decía: «Por tu amancebamiento y por las confesiones mal hechas, te ha sobrevenido esta desgracia

Un día, Gonzalo, enojado consigo mismo por lo que gastaba sin sustancia, le dió la llave del dinero. «Mira, guarda esa llave; ni Ventura ni yo tenemos arte para manejar los cuartos. Cuando te pidamos dinero, lo apuntas en este cuadernito y nos avisas de lo que llevamos gastado en el mes.

La joven no pudo reprimir un vivo estremecimiento y manifestó al instante su disgusto con semblante oscuro y enojado como pocas veces se le había visto. Después de su golpe de audacia, el majo quedó confuso sin saber qué hacer ni decir. Al cabo, con alegre rostro, exclamó: ¡Quien fué á Sevilla perdió su silla! Soledad no respondió ni movió siquiera un pliegue de su fisonomía.

Don Juan rodeó la cintura de Dorotea. Dorotea se alzó radiante de dignidad. La mujer que ama no es la impura cortesana, la torpe comedianta que vendía sus favores dijo ; respetadme, don Juan, respetad en lo más noble que Dios ha dado á sus criaturas: el amor y la pureza del alma. Don Juan se retiró, no confundido, sino enojado. Dorotea, pensativa y triste, guardó silencio.

Pep emprendió el camino de regreso a su alquería luego de este breve saludo, como un servidor respetuoso y enojado que sólo se permite con su amo las palabras indispensables. Vuelto Jaime al interior de la torre, cerró la puerta, dejando la cesta sobre la mesa. No sentía apetito: cenaría más tarde.

Felipe Auvray parecía estar enojado con Amaury. En un principio había decidido no asistir al baile por juzgarse lastimado en su dignidad; pero, más fuerza que esta consideración había hecho en su ánimo el deseo de poder decir al día siguiente que había estado en el gran baile con que el doctor Avrigny celebraba el enlace de su hija, y no pudiendo resistir a los requerimientos de su amor propio, había ido como todos.

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