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Actualizado: 22 de junio de 2025
Marenval, que acechaba á su compañero hacía largo rato, se acercó entonces y preguntó, no sin inquietud: ¿Qué diablos de conferencia han tenido ustedes los tres en ese rincón? Por los ademanes, me parecía que la conversación era grave. Y no se engañaba usted. Á poco me ofrece miss Maud llevarme ella misma á la Nueva Caledonia... ¡Usted se chancea! No, por cierto. Y esto, delante de Sorege.
El semblante de la Dorotea espantaba. Tal representaba lo supremo del dolor, de los celos, de la rabia, de la sorpresa. ¡Que se presentarán juntos al rey y á la reina! exclamó con voz ronca ; ¡luego se han casado! Una dama tal como doña Clara Soldevilla dijo el sargento mayor , no podía recibir de noche en su aposento á nadie más que á su marido. Ya sabía yo que ese buen mozo os engañaba.
Creí que toda beldad perecedera, que toda bondad de las criaturas, que toda gracia, que toda luz, no sería a mis ojos sino reflejo débil y frío de la beldad, de la bondad, de la gracia y de la luz eternas, cuyos fulgores imaginaba entrever, en cuyas llamas me complacía en sentir ardiendo mi corazón. ¡Cómo me adulaba el espíritu tentador a fin de hacerme caer! ¡Cuán astutamente me engañaba! ¡Cuán ciega confianza fue la mía al principio!
He dejado sin esclarecer ciertos misterios porque no quise comprometer á alguien á quien yo creía extraño al asunto. Pero ¿quién sabe si me engañaba? Cuando hayamos restablecido los hechos de un modo verosímil, ya que no real, convendremos el modo de obtener el resultado que ambicionamos. ¡Al fin!
10 Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso Profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás. 11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado el lugar de ellos.
Y otra vez daba dinero a un sacristán, y se encendían cirios, y pasaba ella las horas contemplando el vacilante reflejo de las rojas lenguas sobre la imagen, creyendo ver en su rostro barnizado, con estas alternativas de sombra y de luz, sonrisas de consuelo, gestos bondadosos que le auguraban felicidad. El Señor del Gran Poder no la engañaba.
Habíase quitado los guantes para tocar el órgano, y Juan sentía aún el contacto de aquella pequeña mano desnuda que vino a posarse fresca y suave en su gran manaza de artillero. Me engañaba hace un momentose decía Juan, la más linda es miss Percival. La maniobra había terminado.
Antonia fue a juntar las manos, como momentos antes, invocando otra vez la Sangre de Cristo, tan venerada en Palma; pero de pronto se dilataron las arrugas de su rostro moreno, y rompió a reír... ¡Qué señor tan alegre! Lo mismo que su abuelo. Decía las cosas más estupendas e increíbles con una seriedad que engañaba a las gentes. ¡Y ella, pobre boba, que había creído tales bromas!
Murió agarrado á mis manos, jurando que me amaba y que se había matado por mí... Una escena penosa, horrible... Y sin embargo, estoy segura de que se engañaba á sí mismo, de que no me amaba. Se mató por vanidad herida al ver que me alejaba de él, por testarudez, por gesto teatral, por influencia de sus lecturas... Era un tenor rumano. Esto fué en Rusia... Yo he sido artista un poco de tiempo...
Al ponerse de pie dejó caer su pañuelo. Me apresuré a recogerlo, y noté que estaba mojado. La joven se dio cuenta de ello, y me dijo, mostrándome un libro que había sobre la chimenea: Soy en extremo ridícula, ¿no es cierto? Esa novela me ha hecho llorar. Miré el libro, y vi que era una novela de su madre. No necesitaba esta prueba para convencerme de que me engañaba.
Palabra del Dia
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