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Actualizado: 22 de mayo de 2025


El paje de Cuenca, el pendenciero de Sevilla, avanzaba tierra adentro con unos pocos hombres, hasta llegar al campo del cacique. Allí seducía al salvaje con buenas palabras, le engañaba, sacándolo de entre los suyos, y le ponía por sorpresa unas esposas en las manos.

Tantas veces me había amenazado con su cólera si la engañaba, que si no temía violencias contra mi persona, podía pensar que acaso, atentase á la suya. ¿Qué me quedaría si te perdiera? me decía. Mi vida caería en ruinas. Todo lo he abandonado por ti. Cuando te conocí era todavía una mujer del gran mundo. Ahora ¿qué soy? una entretenida.

La perspicacia de Doña Juana la hizo presentir algo sobre este particular, y efectivamente no se engañaba, porque concluida ya la misa, empezó á reunirse la familia, y sin embargo, ella quedaba en la iglesia. La reina aguardó un poco en la calle, pero Doña Juana haciendo como que ignoraba todo esto, permaneció en aquella posicion largo rato, dirigiéndose luego sola á palacio.

Se le ocurrió poner, colgado en el balcón, el cuerpo de vestido que pegada tenía la cosa falsa con que doña Lupe engañaba al público. La malicia de Papitos imaginaba que puesto en el balcón el testimonio de la falta de su señora, la gente que pasase lo había de ver y se había de reír mucho.

Pasaba todo el día en casa, huyendo de la gente, en un rincón del huertecillo, triste y descuidado desde la muerte de la niña. «¿En qué piensas, Antonio?», le preguntaba. «Papá, pienso en AnitaEl pobre me engañaba. Pensaba en él, en lo cruelmente que nos habíamos equivocado, creyéndonos por una temporada iguales a los demás, y cometiendo la insolencia de querer ser felices.

El señor no está nos dijo. Creyendo que nos engañaba, empujé puerta y portero para abrir paso, y entramos diciendo: está. Me consta que está.

La palabra foro le sonaba a griego; aparcería..., laudemio..., retracto..., y después otras cien palabras del Derecho civil, más las propias del dialecto jurídico de aquella tierra, pasaron por sus oídos como sonidos vanos. No se enteraba de nada. Comprendía vagamente que se le engañaba y se le quería aturdir y humillar.

De esta suerte cubria su ambicion i avaricia Fernando V con la capa de la piedad cristiana, i de esta suerte engañaba á mucha parte del mundo.

Iba camino de la casa del Magistral con la misiva y pensaba: «Lo que yo me temía, a pares; los tiene a pares; uno diablo y otro santo. ¡Así en la tierra como en el cielo!». «Y por contera, le engañaba, le decía que estaba enferma para excusar el verle... ¡le tenía miedo!... y hasta el estilo dulce, casi cariñoso de la carta era traidor... ¡aquello no era digno de ella!

No dejes de escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero, ¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo. De mi padre que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de las que me trae la última carta de Millán.

Palabra del Dia

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