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Actualizado: 22 de junio de 2025
Se aplaudía con entusiasmo a la cantatriz, y se pedían más vino y más canciones. Luego, a petición del doctor Chevirev, cantaba una bohemia entrada en años, de rostro enflaquecido y enormes ojos rasgados; aludía en sus cantos al ruiseñor, a las citas amorosas en el jardín, al amor juvenil y a los celos. Estaba embarazada de su sexto hijo.
Frente a ella, violentamente iluminado por el resplandor de una lámpara eléctrica se hallaba Juan. Pálido y extraordinariamente enflaquecido, parecía contemplar con pasión algo que estaba sobre el muro y que ella no veía. Tuvo que sofocar un grito de sorpresa; tan cambiado lo encontraba. ¿Qué miraría con aquellos ojos extasiados?
Era evidente que se sentía mortificado en presencia de nosotras dos. Así, pues, no tardó en tomar su gorra como para retirarse, sin decir una palabra. Enséñale nuestro hijo murmuró Marta, al mismo tiempo que una sonrisa de indecible felicidad pasaba por su rostro enflaquecido. Ven dijo Roberto; el niño duerme en la habitación contigua.
El primer día que Julián pudo ver a la enferma, no hacía muchos que se levantaba, para tenderse, envuelta en mantas y abrigos, sobre vetusto y ancho canapé. No le era lícito incorporarse aún, y su cabeza reposaba en almohadones doblados al medio. Su rostro enflaquecido y exangüe amarilleaba como una faz de imagen de marfil, entre el marco del negro cabello reluciente.
El hombre parecía enfermo; era más joven que ella, pero enflaquecido por las dolencias, pálido, con una palidez transparente de hostia, los claros ojos brillantes de fiebre, el angosto pecho agitado por ruda y continua tos. Unas patillas finísimas sombreaban sus mejillas; una cabellera tumultuosa de león coronaba su frente, cayendo atrás en cascada de rizos.
La noticia de su muerte había cundido por la ciudad, y como su influjo en los grandes centros sociales, a pesar de los desastres políticos del partido de la finada, era de vieja data, la casa se vio llena toda la noche de las eminencias del pasado, destronadas por el presente. El primero con quien me encontré en la sala, fue con el doctor Trevexo. ¡Cómo había envejecido y enflaquecido!
Sus miradas vagaban inciertas sobre los objetos, sus mejillas habían como enflaquecido, sus cabellos como blanqueado, habíase afilado su nariz, temblaba de tiempo en tiempo el mezquino, y repetía una misma orden, é iba de acá para allá, volviendo siempre á un mismo punto. Hasta su voz se había alterado.
Había envejecido y enflaquecido mucho desde que yo no la había visto, y las crisis por las cuales acababa de pasar, no parecían ser las únicas en haber ejercido sobre ella su obra destructora; pero había conservado su sonrisa consoladora y bienhechora que servía de alivio a todos, aun cuando ella misma estuviera en el más completo abandono.
El cuello enflaquecido al trabajoso Yugo de esclavitud amarga puesto, Bien ves que á cuerpo y alma es peligroso; Y mas aquel que tiene presupuesto De dexarse morir, antes que pase Un punto al modo del vivir honesto. Si acaso yo tus obras imitase, Forzoso me seria que al momento En brazos de la hambre me entregase.
Ni preguntó cómo seguía papá, ni qué medicinas tomaba; en fin, nada. Añade Millán que ha enflaquecido mucho y que está muy desmejorada. ¡Pobre madre mía!
Palabra del Dia
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