United States or Spain ? Vote for the TOP Country of the Week !


Iba, venía, rogaba a la diosa favorable al matrimonio, suplicaba a su padre o a su tutor que la encontrasen un marido, los llevaba en caso de necesidad a los tribunales, y no por eso encontraba lo que era el objeto de sus sueños. Agriábase entonces su carácter, su humor se ponía triste y acerbo su pensamiento.

A él no le habrían regalado una flor en toda su vida... Y es posible también que sobre su cadáver encontrasen esa flor seca, como un recuerdo misterioso que nadie ha podido explicarse... ¿No sabe usted algo de esto, Gallardo? ¿No dijeron nada los periódicos?... Cállese, no diga que no; no desvanezca mis ilusiones.

Ferragut, asomado á la borda, exploraba la lobreguez del muelle. Le pareció ver á unos hombres llevándose á otro en brazos. Un resto de su cólera le hizo levantar la diestra, armada todavía, apuntando al grupo. Luego volvió á bajarla... Pensó en los que se acercaban para averiguar lo ocurrido. Era mejor que encontrasen el buque silencioso.

El tío Goro bajó de nuevo á Entralgo y comunicó sus sospechas con el capitán. Este no quiso confirmarlas; le costaba mucho trabajo suponer que Demetria, después de lo acaecido, tuviese deseos de volverse á Oviedo. Sin embargo, hizo montar á caballo á su criado Manolete y le envió á allá con objeto de averiguarlo. Felicia, enloquecida y acongojada, quiso marcharse al monte y buscar por todas partes á su hija. Nolo trató de disuadirla. En aquella hora no era posible que la encontrasen aunque le hubiera pasado algún accidente. Además el mozo de la Braña dudaba que le hubiera acaecido nada malo; se inclinaba más bien á creer en la huida á Oviedo. Su amor era grande pero receloso, y, aunque Demetria nunca le diera motivos para dudar de él, le parecía bien extraordinario que se allanase á ser aldeana pudiendo ser señorita. No le fué posible persuadir á la tía Felicia.

El Inteleto le cuchicheó algo dentro del cráneo, y Belarmino salió a la calle, fué andando hasta la aldea, y en el primer caserío encargó que le buscasen una urraca y se la llevasen al cuchitril. Había oído que a las urracas, con paciencia y buen vino, se les enseña a hablar. Hubiera preferido un loro, pero no tenía dinero y dudaba que se encontrasen en el mercado.

Me acomodé en el más próximo, pero me obligó a correrme hasta el último, sin duda para que los que viniesen después no encontrasen dificultad al pasar. Después se fue dándome los buenos días, acercose a un cordel que pendía del techo, y comenzó a tirar de él con fuerza. Una campana sonó con tañido dulce y prolongado.

Al decirle el joven que se había casado, aceptó con gozo la vida en común que le propuso Maltrana. Enumeró éste a Feli las ventajas de tal arreglo. Vivirían al otro extremo de Madrid: listos habían de ser los que les encontrasen. Sólo pagarían tres duros por la casa. Del resto del alquiler se encargaría «el santo», que ocupaba las dos mejores habitaciones con su balumba de libros viejos.

Faltaba aun mas: faltaba que anduviesen de pueblo en pueblo mendigando un asilo y no encontrasen por mucho tiempo un corazon sensible; faltaba que debiesen los mas regar con nueva sangre el pais en que pretendian fijar su residencia; faltaba que echados de este por un gobernador de Egipto, tuviesen que armarse en corso y piratear por los mares de la Grecia hasta haber dado con una isla poco menos que desierta, donde pudiesen levantar sin necesidad de lucha sus míseras tiendas de campaña; faltaba que perseguidos hasta en aquella isla por la mano del destino, se viesen obligados á rechazar por dos veces las fuerzas del imperio griego y á sucumbir por fin á una dura servidumbre.

Y con el corazón enternecido, llenas de buen deseo, proponían medios para aliviar a aquellos desgraciados. Unas pretendían que debía fundarse un buen hospital; otras hablaban de una tienda-asilo donde los obreros encontrasen los alimentos más baratos; otras aspiraban a que se prohibiese trabajar a los niños; otras a que los operarios trabajasen una horita al día nada más.

Para evitarse gastos había emprendido la travesía del desierto con un sólo peón indígena y una tropilla de seis caballos del país, capaces de alimentarse con lo que encontrasen, sufridos animales que se iban relevando en la tarea de llevar sobre sus lomos á los dos viajeros.