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Actualizado: 23 de junio de 2025
No dijo ella con acento desfallecido, buscando una última resistencia . Además, estará allí tu secretario, ese español que te acompaña. ¡Qué vergüenza encontrarme con él!... Julio rió... ¡Argensola! ¿Podía ser un obstáculo este camarada que conocía todo su pasado? Si lo encontraban en la casa, saldría inmediatamente. Más de una vez lo había obligado á abandonar el estudio para que no estorbase.
Regresaba luego a pie en busca de mi puesto, cuando sintiendo una mano en mi hombro, miré y tuve el gusto de encontrarme cara a cara con D. Paco, el maestro y ayo de don Diego. ¿Qué ha sido del niño? ¿Dónde está? No ha venido por casa me dijo con tono angustiado y poniéndose pálido. Sr. D. Paco le contesté , francamente, no sé dónde está el Sr. Conde, aunque me parece que debe de estar vivo.
Porque a mí me parece, ¡anda, Lucía, tú puedes decirme de eso! a mí me parece que cuando un hombre nos quiere, debemos como vernos en sus ojos, así como si estuviéramos en ellos, y dos veces que he visto de cerca a Pedro Real, pues no me ha parecido encontrarme en sus ojos. ¿No es, verdad, Lucía, que cuando a uno lo quieren le sucede a uno eso?
Sabía que me necesitaría usted en un momento dado y debe estar segura de encontrarme. Aquí estoy pronto á defenderla. ¡Dése usted prisa!, exclamé temblando de fiebre. Tenemos tiempo. Son las nueve; los criados no volverán antes de las doce y no entrarán en esta habitación... No. El único que puede venir es Jacobo y ese no vendrá seguramente. Somos, pues, dueños de nuestras acciones.
Y ahora digo yo: Si el arte consiste en que las hijas olviden a los padres que por ellas se sacrificaron, digo que me futro en el arte y que más me alegraría encontrarme a mi Concha al entrar en casa remendando mis calcetines. Lobos de mar
Al cabo de algún tiempo unos y otros lo tornaron con calma y se decían riendo: «Acabo de encontrarme con don Rosendo. Qué tal, ¿te ha tosido? Ya lo creo; ¡parecía que reventaba!» Y en el Camarote corrían las bromas y se celebraban las burlas más groseras contra nuestro gran patricio.
Sí, hijo mío; y allí, vida nueva; reanudé la amistad con un capitán de la marina que había conocido en el Cairo en el momento en que iba a ser decapitado por haber levantado el velo a una de las mujeres de un fellah. Yo le salvé a bordo de mi brick. Al encontrarme en Francia, quiso atestiguarme su agradecimiento, y me presentó a un pequeño número de amigos, como un proscrito de la Inquisición.
No, se lo he prohibido. Me ha prometido que no hablará de lo que ha jurado. Si os dice, sin embargo, alguna frase desagradable, haced como si no la oyerais; pero no creáis que llegue hasta maltrataros. Vendrá a verme, sin embargo. ¡Ah! Tiemblo ante la sola idea de encontrarme con ella. ¿Y por qué ha de ir? Para retar y castigar a la señorita. Es cierto, pero eso, ¿qué os importa?
Déjala sin los cuidados de la higiene moderna, y resultará una bestia inmunda, roída por internas suciedades... Pero no es eso lo que me hace huir de ella. Calló, añadiendo poco después con tristeza: No puedo estar al lado de una mujer sin encontrarme con la imagen de la muerte.
No merecía la pena de reconocerme en libros conmovedores cuando huía de mí mismo. Tenía que encontrarme mejor o peor; si mejor, la elección era superflua y, si peor, era un ejemplo que no debía ser buscado.
Palabra del Dia
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