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Actualizado: 23 de junio de 2025
La madre tenía tan buena idea de mí, que no le sorprendió nada encontrarme en la iglesia; pero la hermana San Sulpicio me dirigió una mirada de curiosidad que me puso colorado. La verdad es que nunca he sido muy devoto, y debo confesar ingenuamente que en aquella ocasión me llevó a la iglesia, más que el deseo de asistir al santo sacrificio, la esperanza de ver a la graciosa hermana.
He cruzado en una de las mas claras noches de verano una llanura yerma y erizada de peñascos: he creido encontrarme en el imperio de la muerte. Cada peñasco me ha parecido una fantasma, y me he estremecido hasta al ver mi sombra apareciendo y desapareciendo sobre cada una de las rocas.
Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida, anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.
»Mi sorpresa fue grande al encontrarme atendido y agasajado, cual lo pudiera estar en Londres, sin hallar obstáculos a la satisfacción de mi voluntad, en medio de una vida monótona, regular, acompasada, no expuesto a sensaciones terribles, ni a choques violentos con hombres ni con cosas, mimado, obsequiado, adulado... ¡Oh, amigo mío! Nada aborrezco tanto como la adulación.
Mi gozo fué grande creyendo encontrarme con una momia de la familia real, mas, cual no sería mi desencanto cuando, abierto el sarcófago despues de infinitos trabajos, no encontré más que esta caja que ustedes pueden examinar. Y paseó la caja á los que estaban en primera fila.
Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.
Mientras abría el sobre con unas tijeras, deseaba casi encontrarme con una repulsa brutal y definitiva. Y leí. «Amigo mío: Mi resolución se ha afianzado, como usted deseaba. Espero qué vendrá hoy a ver a mi padre. Yolanda». ¡Ah, qué felicidad!... No es fácil concebir la dicha de un momento semejante. Pero, después... ¡qué vergüenza, qué vergüenza!
Pues mira, Genoveva, te seré franca... Si fuera cosa tuya..., tuya exclusivamente, iría con el alma y con la vida... Pero tratándose de lo que se trata..., vamos... que no me gusta ese barrer para adentro de tu marido, que la pone a una siempre en el riesgo de tropezarse con basura... Y, francamente, no quiero ponerme en el caso de encontrarme mano a mano con una... Curra Albornoz u otra de su ralea.
El pensamiento de encontrarme en presencia de aquella mujer hizo latir violentamente mi corazón y debí palidecer, porque Pector se echó á reir y me dijo: ¡Diablo! ¿Tan impresionable es usted, querido? ¿Ó es que está usted bajo el imperio de la abstinencia? La verdad es que la hospitalidad de las indias de los lagos no es muy halagüeña, ¿verdad?
Le quiero respondió María ; si no fuera por él, no ponía aquí los pies, por no encontrarme con ese demonio de Romo, que tiene un aguijón en la lengua, como las avispas en la parte de atrás. ¿Y Ramón Pérez? preguntó con chuscada la tía María, como para convencer a don Modesto de que su protegido podía archivar sus esperanzas. Marisalada soltó una carcajada.
Palabra del Dia
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