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Actualizado: 4 de junio de 2025
En el momento en que iba a subir al carruaje se encontró por casualidad solo conmigo algunos segundos. Me tomó la mano y murmuró: ¿No revelarás una sola palabra? ¿Puedo contar con ello? Hice un signo de afirmación enérgica. ¿Y me escribirás pronto? Seguramente. ¿Adónde debo dirigirte la respuesta? Me quedé azorada: no había pensado en ello.
Cuando supieron que era necesario entrar al champan, tenderse en el fondo, en la misma actitud de un cadáver y permanecer así durante dos o tres meses, uno de los diplomáticos inició una enérgica resistencia, que Montebello sólo pudo vencer recordando el deber y la necesidad.
Exaltado el pueblo á la vista de tan bárbaro espectáculo, no pudo ya contener sus ímpetus: lanzóse como un tigre sobre los soldados de la nueva guardia, descuartizó á cuantos pretendieron oponerle resistencia, se dirigió al alcázar, prorumpió en alaridos y amenazas, protestó enérgica y fieramente contra la tiranía de sus reyes.
Fue cediendo la puerta lentamente, como si estas palabras fuesen de un poder mágico. La presión exterior, cada vez más enérgica, la ayudó a girar sobre sus goznes, arrollando las últimas resistencias de Mina. Y luego de quedar abierta se cerró de golpe, dejando en absoluta soledad la penumbra del corredor. ¡Pobre Wagner!... ¡Pobre Víctor Hugo!...
No quiero conservar ni el recuerdo poético de que Vd. habla. Estos amores han sido una pesadilla. Yo la arrojaré lejos de mí. ¡Bien, muy bien! Así te quiero yo, enérgica, valiente. ¡Ay, padre mío!
Al aproximarse vieron que madre e hijo se besaban: aquella mujer tan enérgica, tan decidida, lloraba a lágrima viva: Gaspar no lloraba, sostenía a su madre junto a su pecho, mezclándose sus bigotes rubios con los cabellos grises de la anciana, mientras murmuraba: ¡Madre!... ¡Madre!... ¡Ah! ¡Cuántas veces he pensado en ti! Luego, con voz más firme, añadió: ¡Luisa! ¡Yo he visto a Luisa!...
Insisto en mi opinión de que se llame de los Patriotas isabelinos dijo el ayacucho, demostrando en su acento y en la tiesura de su mano enérgica la importancia que daba al bautismo de la sociedad proyectada. El nombre debe ser breve y sencillo. Ya tenemos el masonismo en planta indicó Salvador , con sus irrisorios misterios, sus fórmulas y necedades. No, no, hijo, aquí no hay misterios.
Sin el favor y auxilio que le dá, sin las armas, dinero, hombres y fuerza moral que le suministra, es evidente para todo el mundo que la insurrección estaría ya sofocada; que hubiera sido mil veces menos fuerte; que tal vez no hubiera ocurrido. Una protesta enérgica contra él por parte de España sería sublime delirio.
En aquella idea vaciaba, como en un molde, todo lo bueno que ella podía pensar y sentir; en aquella idea estampaba con sencilla fórmula el perfil más hermoso y quizás menos humano de su carácter, para dejar tras sí una impresión clara y enérgica de él. «Si me descuido pensó con gran ansiedad , me cogerá la muerte, y no podré hacer esto... ¡qué gran idea!... Ocurrírseme tal cosa es señal de que voy a ir derecha al Cielo... Pronto, pronto, que la vida se me va...». Llamando a Encarnación, le dijo: «Chiquilla, vete corriendito al cuarto de abajo, y le dices a D. Plácido que le necesito... ¿entiendes?, que le necesito, que suba... Anda, no te detengas.
Así, pues, la pobre joven encontraba en su natural apego al mundo, en su enérgica y floreciente salud, resistencias que le hacían muy dolorosa esa renuncia a todo... Y, sin embargo, ¿qué hacer? ¿adónde ir? La carta con la declaración de Fabrice vino a sorprenderla en medio de estas indecisiones crueles.
Palabra del Dia
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