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Actualizado: 4 de junio de 2025
La condesa no vió aquella mirada breve y rápida, pero sombría, que pasó como un relámpago. Si la hubiera visto se hubiera asustado. Quevedo empezaba á cobrar miedo á la condesa. Era demasiado enérgica, demasiado terrible. Quevedo vió de un golpe que doña Catalina podía ser el obstáculo perenne de su vida.
Cállate la boca, bobón, y no me denuncies, que te traerá peor cuenta... No siguió este diálogo, que prometía dar mucho juego, porque del salón llamaron a Moreno con enérgica insistencia. Oíase desde el gabinete rumor de un hablar vivo, y la mezclada agitación de varias voces, entre las cuales se distinguían claramente las de Juan, Villalonga y Zalamero, que acababan de entrar.
Después, a contar de una época que se podía calcular en torno de la fecha de su matrimonio, advertíase evidentemente que sea por indiferencia o tal vez resultado de una enérgica determinación, había adoptado el partido de no escribir más. ¿Juzgaba que se había completado ya la póstuma evolución de su existencia? ¿O pensaba, con razón, que nada podía temer en adelante respecto de aquella identidad de sí mismo que tanto había cuidado establecer hasta entonces?
Así ésta como otras obras posteriores del mismo poeta, tales como Doña Mencía y Alfonso el Casto, descuellan por la elevación de su estilo, por sus situaciones dramáticas y por la enérgica pintura de afectos.
Por útiles y habilidosos que los hombres sean, y por muy aptos para todo, no se me negará que rara vez llegan a ser de todo punto necesarios, singularmente cuando hay por cima de ellos un hombre de voluntad enérgica y de incontrastable poderío a quien sirven y de cuyo capricho y merced están como colgados.
Se echa de menos en ellas una inspiración poética enérgica y poderosa, que se apodere del alma y la arrastre consigo sin hacer resistencia, y el sello victorioso del genio que manda y obliga, y no aconseja ni persuade.
Parecía haber recobrado su enérgica voluntad, y pudo mirar largo rato á su acompañante, sin sentir miedo. Luego añadió con voz fosca: ¡Mejor habría sido no vernos nunca! Quedaron los dos en largo silencio. Elena parecía haber olvidado la existencia de aquella botella que continuaba acariciando maquinalmente con sus dedos. La curiosidad del español pugnó contra este mutismo. ¿Qué fué de Moreno?...
También D. Manuel José Quintana, nacido en Madrid en 1772, demostró felices disposiciones para la tragedia en su Pelayo, que se distingue por la grandeza de sus ideas y por su dicción enérgica y perfecta. Téngase presente, no obstante, cuando hablamos del lenguaje de todas estas tragedias, que, en lo general, están escritas en yámbicos sueltos de cinco pies, sin rima alguna.
Toda esa gente me pareció formar una raza enérgica, de excelentes instintos y capaz de ser un pueblo estimable y progresista con solo darle el impulso de la educacion, la industria y las buenas instituciones. Y la turba de vendedores dispersa sobre la barranca del puerto á la sombra de algunos árboles, no era menos simpática y curiosa.
Pero cuando Martí fue interrogado, jadeante y como si llevara en el pecho una montaña, se acercó a los jueces, y afirmó con enérgica y vibrante voz que él si era el único y verdadero autor de la carta citada. Y para corroborar de manera elocuente su aserto, formuló duros ataques contra la dominación española, su tiránica política y sus hombres nulos e infames.
Palabra del Dia
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