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Actualizado: 4 de junio de 2025
Esta sal de oro, cuya accion sobre la vida vegetativa y los tejidos es mas profunda y mas enérgica que la del oro metálico, no produce una astenia y una diminucion de la tonicidad de la fibra tan ostensibles como el último.
Al quedar sola la señora Angustias no empeoraba su situación; antes bien, considerábase con mayor desembarazo en los movimientos, libre de aquel hombre que en los dos últimos años pesaba más sobre ella que el resto de la familia. Mujer enérgica y de prontas resoluciones, marcó inmediatamente un camino a sus hijos.
Yo no veo en Tofail tan enérgica expresión del corto o ningún valer de las criaturas, si con el Creador se las compara, como esta de un gran Padre de la Iglesia: ¡Dios mío, si las cosas son algo es por el ser que Tú les das, y no son nada porque no son lo que Tú eres!
Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. ¡Ay, Jesús mío, qué noche! Se arrimó a la pared, y cuando el viento sosegó sus ímpetus siguió su camino.
No es feo... exclamó la abuela acercándose y retirándose la fotografía a los ojos para ver sus diversas expresiones. Me gusta esta expresión enérgica, esos ojos francamente abiertos, esta boca medio sonriente... Tiene hermosos cabellos... y buen bigote... Sí, no es feo... Mira, Magdalena. No eché más que una ojeada a la fotografía, que representaba, en efecto, un buen mozo.
No se acordó más de ella, para seguir ocupándose del público que entraba y entraba, atraído por el programa nuevo. La vieja se vió otra vez en la calle. No tenía mas que una idea. «¡Me lo han matado! pensaba . En este día en que todos ríen, me lo han matado por segunda vez.» Reapareció su enérgica voluntad de luchadora obscura y humilde.
Le habían asegurado que su pupila, la señorita Carmen, estaba muy mal hallada en compañía de la señora, y maltratada por ésta y por sus hijos..., y la señora comprendería que era preciso aclarar aquel asunto cuanto antes y resolver en consecuencia con enérgica resolución. Doña Rebeca apenas podía interrogar disimulando su despecho y su pánico: ¿Y quién nos calumnia?... ¿Quién ha dicho?...
Ella pensaba pedir á Robledo que le proporcionase los medios de regresar á París, ó cuando menos el dinero necesario para volver á Buenos Aires. Una vez en la gran ciudad sabría defenderse. En su primera juventud se había visto en situaciones iguales ó peores, y conocía por experiencia cómo una mujer enérgica puede salir de los pasos difíciles con más soltura que un hombre.
Pero ella no las tenía todas consigo, y le miró como quien se dispone a una defensa enérgica. «Tío, tío dijo alzando la voz . Encarnación...». Como ni Izquierdo ni la criada respondieran, quiso llamar al esperpento aquel que en el cuarto se paseaba. Mas al ir a pronunciar su nombre se le borró de la memoria. «¿Cómo diablos se llama este hombre?... Usted, venga acá... ¡Ah!, ya me acuerdo.
Qué singular es, y qué digno de observacion, el oir á nuestros paisanos mas incultos, espresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones mas antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduria proverbial; que los griegos escuchaban con veneracion de boca de sus sabios mas profundos, de Sócrates, fundador de la moral, de Platon y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Seneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civilizacion moderna repite por medio de sus moralistas mas esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.
Palabra del Dia
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