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Actualizado: 23 de junio de 2025


Don José, que ya estaba, si no enteramente dormido, a punto de llegar a estarlo, murmuró claramente estas dulces palabras, que salieron de sus labios envueltas en una sonrisa: «¡Y qué guapa es...! Quita allá, quita, esperpento. ¡Contenta me tienes!... Nada, mujer; decía que D. Amadeo es una persona... ¡Quita, quita...! ¡Quia, quia...!».

En los bardales vio Jacinta unas plantas muy raras, de vástagos escuetos y pencas enormes, que llamaron su atención. «Mira, mira, qué esperpento de árbol. ¿Será el de los higos chumbos?». No, hija mía, los higos chumbos los da esa otra planta baja, compuesta de unas palas erizadas de púas. Aquello otro es la pita, que da por fruto las sogas. Y el esparto, ¿dónde está?

Pero ella no las tenía todas consigo, y le miró como quien se dispone a una defensa enérgica. «Tío, tío dijo alzando la voz . Encarnación...». Como ni Izquierdo ni la criada respondieran, quiso llamar al esperpento aquel que en el cuarto se paseaba. Mas al ir a pronunciar su nombre se le borró de la memoria. «¿Cómo diablos se llama este hombre?... Usted, venga acá... ¡Ah!, ya me acuerdo.

Yo, sin decir nada, procuraba al mismo tiempo que contenía la risa, corroborar con mis actitudes y miradas lo que la condesa decía. Doña Flora, confundida entre la turbación y la ira, miraba a Amaranta y al esperpento, y como viera a este con el color mudado y los ojos chispeantes de enojo, turbose más y dijo: Qué bromas tiene la condesa, Sr. D. Pedro ¿quiere usted tomar un dulcecito?

Abrióse entonces violentamente la puertecilla y apareció en ella Jacobo, revólver en mano... Imposible era reconocer al tío Frasquito en aquel esperpento, y Jacobo no vino en la cuenta de quién era hasta que tendiendo el fantasma hacia él los brazos abiertos, gritó angustiado: ¡Jacobo!... ¡Jacobo!...

El demonio eres replicó la fiera, que parecía ya, por lo muy exaltada, irresponsable de los disparates que decía . Facha, mamarracho, esperpento... Echa, echa más veneno murmuraba Sor Marcela con tranquilidad, abriendo la puerta de la prisión . Así te pasará más pronto el arrechucho. Vaya, adentro, y mañana como un guante. A la noche te traeré de comer. Paciencia, hija...

«Esta pobre Milagros no sabe lo que nos pasa... dijo Rosalía rompiendo la carta . La pobre me suplica que no falte esta noche. Hijo, vete un momento allá y dale cuenta de esta desgracia... Mira, al regreso te pasas por casa de Pez y enteras también a Carolina... ¡Ah!, ella tiene la culpa, con sus obras de pelo. ¡Qué esperpento de mujer!...».

Palabra del Dia

irrascible

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