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Solidez, firmeza, y peso: tal es lo que expresaba el reposado continente del General en la época á que me refiero, aun en medio de la decadencia que prematuramente se iba enseñoreando de su naturaleza; si bien puedo imaginarme que, en circunstancias excepcionales, cuando se hallase agitado por un sentimiento vivo que despertara su energía, que sólo estaba adormecida, era capaz de despojarse de sus achaques, como un enfermo de la ropa que le cubre, y arrojando á un lado el báculo de la vejez, empuñar de nuevo el sable de batalla, y ser el guerrero de otros tiempos.

Gillespie volvió otra vez á empuñar los remos, bogando con un vigor maravilloso del que no se habría considerado capaz días antes. Le pareció que el cansancio era algo que su cuerpo no podía conocer. También creyó sobrenatural que el día se prolongase más allá de sus límites ordinarios. El sol parecía inmóvil en el horizonte.

Recorrió algunas otras desiertas en busca de su bastón de boj hasta que, recordando que lo había dejado en el palomar, hizo un gesto de pesar y no atreviéndose a empuñar otra vez el fatal instrumento descendió a la planta baja, también desierta, y salió a la calle. Delante se abría un anchuroso patio recientemente empedrado, cercado por elevada verja de hierro.

También corrieron los portadores de su litera para empuñar los brazos de esta caja portátil. Todo el cortejo universitario, que ya empezaba á fatigarse de una visita larga y sin incidentes, se aglomeró en los escotillones para deslizarse por las cuatro rampas arrolladas á las patas de la mesa. Flimnap se despidió de su protegido con breves palabras: -Vendré mañana, gentleman.

Simón bueno y sano, que apenas puesto el pie en tierra volvía á las andadas. Iban á precipitarse en su busca, á llamarle á gritos, cuando oyeron otra voz que partía de la ventana. ¿Qué ocurre, Simón? decía. Si me necesitas, no pido cosa mejor que empuñar la espada y desentumecer un poco el brazo, metiendo en cintura al primero que se desmande y nos busque pendencia, aunque sea en tierra propia.

Estos eran mis ensueños hallándome en el pequeño malecón de Etretat durante el sombrío verano de 1860, mientras la lluvia caía á torrentes y chirriaba el duro cabrestante, y la cuerda gemía y subía lentamente la nave. La del siglo también se arrastra y sube con pena. Hay lentitud, cansancio, como en 1730. Bueno fuera empujarla y empuñar el barrote.

Triste cosa es que, al llegar casi á su término el siglo XIX, llamado de las luces, la humanidad haya adelantado tan poco, moral y políticamente, que, en el mismo centro de su más alta civilización, todos los hombres capaces de empuñar las armas anden cargados con ellas, haciendo el ejercicio, reuniendo con grandes gastos los más eficaces medios de destrucción, aprendiendo á matar y perdiendo en maniobras, revistas y paradas el tiempo que pudieran emplear en divertirse ó en producir cosas útiles y agradables, y teniéndose de continuo unos á otros en jaque y alerta; pero esto no tiene remedio y no hay para qué censurarlo.

De vez en cuando pasaba por esta cinta de terreno una vaca, un cerdo, una cabra, y la sombra de sus cuerpos, proyectada por el sol sobre el suelo amarillo, bastaba para que Plumitas se estremeciese, pronto a dejar la cuchara y empuñar el rifle.

Esto no es más que un sacudimiento pasajero, don Mariano... ¡Ya verá usted qué pronto luce el iris de paz! , ..., ¡ya escampa!... ¿Ha leído usted el artículo de entrada de La Tradición? ¿Está muy fuerte? Poca cosa... Dice que todos los buenos católicos deben empuñar las armas, para exterminar la caterva de impíos y desalmados que hoy nos gobiernan...

Hombres tenidos por superiores empujaban estas masas al exterminio, para escalar el último puente y empuñar el timón, dando al buque un rumbo determinado. Y todos los que sentían estas ambiciones por el mando absoluto sabían lo mismo... ¡nada! Ninguno de ellos podía decir con certeza qué había más allá del horizonte visible, ni adonde se dirigía la nave.