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Actualizado: 1 de junio de 2025


Daños acarreados por la vanidad y la soberbia. ¡Cuántas reputaciones se ajan, cuando no se destruyen, por la miserable vanidad! ¡cómo se disipa la ilusión que inspirara un gran nombre, si al acercársele os encontrais con una persona que solo habla de misma! ¡Cuántos hombres, por otra parte recomendabilísimos, se deslustran, y hasta se hacen objeto de burla, por un tono de superioridad, que choca é irrita, ó atrae los envenenados dardos de la sátira! ¡Cuántos se empeñan en negocios funestos, dan pasos desastrosos, se desacreditan ó se pierden, solo por haberse entregado á su propio pensamiento de una manera exclusiva, sin dar ninguna importancia á los consejos, á las reflexiones ó indicaciones de los que veian mas claro, pero que tenian la desgracia de ser mirados de arriba abajo, á una distancia inmensa, por ese dios mentido que habitando allá en el fantástico empíreo fabricado por su vanidad, no se dignaba descender á la ínfima region donde mora el vulgo de los modestos mortales!

Bien vienes, Roger, dijo alborozado apenas divisó al joven. Confieso que no soy muy fuerte en achaques de escritura, y aquí me tienes sudando para contar á mi señora la baronesa muchas cosas que quiero decirle, con unos garabatos que se empeñan en no salir derechos y que no los entenderá ella, ni , ni yo mismo.

Nosotros permanecerémos cada vez mas inmobles, y lejos de zozobrar en la borrasca tomarémos mas aliento al paso que sean mayores los peligros que nos cerquen; pues el cristiano no cede fácilmente á la maldad, degradándose con el abatimiento que la acompaña, antes bien descubre mas su grandeza de alma cuanto mas se empeñan los tiranos en envilecerle.

Cómo se debe enseñar á pensar bien. El arte de pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos. A los que se empeñan en enseñarle á fuerza de preceptos y de observaciones analíticas, se los podria comparar con quien emplease un método semejante para enseñar á los niños á hablar ó andar.

No hay modo de convencer a sus padres de usted de que la marquesa de Montálvez no sea la mujer más perdida y más escandalosa del mundo, o se convencen de que es una señora como otra cualquiera; pero se empeñan en que basta su mala fama para que usted no deba casarse, y no se case, con su hija, lo cual es lo mismo para usted.

El abandono en que sus dueños la tienen nótase desde la puerta al tejado, pues aunque todo está en orden y bien defendido de la polilla, hay allí olor de soledad y presentimiento de ruina. Digan lo que quieran los que se empeñan en que ha de ser bueno todo lo que no es moderno, el interés artístico de los salones de Aransis no pasa de mediano.

Creyó que estaba muerta o que le faltaba poco para morirse; mandó a Encarnación en busca de Segunda y de José Izquierdo, y cogiendo la cesta en que Juan Evaristo dormía, la puso en la sala. «No me determino a llevármelo pensó el buen viejo . Pero al mismo tiempo, si esos brutos se empeñan en impedirme que me lo lleve... ¡Ah!, no; yo cargo con él, y que tiren por donde quieran». Cogió la cesta, y bajándola a su casa con toda la rapidez que le permitían sus piernas no muy fuertes, azorado como ladrón o contrabandista, volvió a subir y se aproximó a la enferma, mirándola tan de cerca, que casi se tocaban cara con cara. «Fortunata... Pitusa» murmuró echando talmente la voz en el oído de la joven.

Yo dejé correr en él la pluma con entera independencia, rechazando con horror, al trazar mi pintura, esa teoría perversa que ensancha el criterio de moralidad hasta desbordar las pasiones, ocultando de manera más o menos solapada la pérfida idea de hacer pasar por lícito todo lo que es agradable; mas confiésote de igual modo que, si no con espanto, con grave fastidio al menos, y hasta con cierta ira literaria, rechacé también aquel otro extremo contrario, propio de algunas conciencias timoratas que se empeñan en ver un peligro en dondequiera que aparece algo que deleita.

Ya se sabe que siendo el objeto de la caballería producir un gran sacudimiento y pavor en las filas enemigas por la violencia del primer choque, cuando éste no da el resultado apetecido, y se empeñan combates parciales entre los caballos y una numerosa infantería, los primeros corren gran riesgo de desaparecer, brutales masas, devoradas en aquel hervidero de agilidad y destreza.

Para hacer crítica de los Autores y aprovecharse de ellos es menester reparar, qué potencias mentales y qué afectos del ánimo los dominan; porque si escriben apasionados, ó con cortas luces del entendimiento, ó sin potencias correspondientes á los asuntos en que se empeñan, poco fruto se sacará de su letura; y sin este conocimiento son de poco valor los juicios que unos Autores hacen de otros.

Palabra del Dia

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