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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Usted, le replicaba Lucía, sin enfadarse nunca, está para enseñarme idiomas y no para aconsejarme. Ya demasiado tengo con los consejos de papá, que tampoco me sirven para nada. Adriana, fingiendo pensar como Mlle. Ivonne, la reprendía imitando la pronunciación extranjera, y con el mismo tono de severidad. La señorita Ivonne se empeñaba en inculcar a Lucía nociones de literatura y de arte.

De las coqueterías de Rafaela no había nadie que no tuviese certidumbre; pero, si estas coqueterías no pasaban de cierto límite, más que ofender a D. Joaquín lisonjeaban su amor propio. Lo que es él, estaba convencido o se empeñaba en estar convencido de la fidelidad de Rafaela.

, Encarnación: todo lo haría este mozo si se empeñaba... Era extraordinario. ¡Ni el propio Roger de Flor! Por la noche, en las tabernas de los barrios populares y los cafés, sólo se habló de Gallardo. El torero del porvenir. Ha quedao como las propias rosas... Ese chico va a quitar los moños a todos los califas cordobeses.

Porque ella tenía que alternar con las personas de más viso, con títulos y con la misma Reina; y Bringas, no viendo las cosas más que con ojos de miseria, se empeñaba en reducirla al vestidito de merino y a cuatro harapos anticuados y feos. ¡Oh!, lo que ella sufría, lo que penaba para adecentarse era cosa increíble. ¡Sólo Dios y ella lo sabían!... Porque su marido llevaba cuenta y razón de todo, y hasta el perejil que se gastaba en la cocina se traducía en guarismos en su libro de apuntes... La pobre esposa, atenta a la dignidad de su posición social, era un puro Newton, por las matemáticas que tenía que revolver en su caletre para procurarse algún sobrante del gasto de la casa y estirar las mezquinas cantidades que Bringas le daba para vestirse.

Empeñaba una joya para comprar otra, y a ninguna prendera dejaba salir de su casa sin quitarle de las manos, a cambio de buen dinero, el rico mantón de Manila, la peineta de concha, el abanico de marfil, los soberbios encajes flamencos y otras prendas valiosas que las casas ricas de Madrid arrojan diariamente al oscuro mercado de lance.

Por su delgadez parecía montado en alambres; tan rubio, que casi daba en albino; el cuello largo como el de las girafas, y con una nuez... Miguel no había visto jamás nuez tan desmesurada: de todo el individuo era lo que preferentemente llamaba su atención. Vino el mozo con el servicio y los cigarros. Utrilla, que así se llamaba el cadete, se empeñaba en que Miguel escogiese uno.

Id, id con Dios dijo la duquesa meditando que si se empeñaba en averiguar por dónde habían venido aquellas joyas, podía descubrir su secreto. Pero doña Juana quedo en una ansiedad mortal. ¿Habría muerto su hijo, aquel hijo á quien amaba tanto? Doña Juana, pues, no era feliz. Y de repente se le habían revelado dos grandes misterios, por medio del aderezo usado por doña Clara Soldevilla.

Observará el lector que mi cuñada, dando muestras de escasísima lógica, se empeñaba en considerar mi rojiza cabellera casi como una ofensa y en hacerme responsable de ella, apresurándose a suponer en , sin otro fundamento que esos rasgos externos, cualidades que por ningún concepto poseo, y mostrando como prueba de tan injusta deducción, lo que ella daba en llamar la vida inútil y sin objeto determinado que he llevado hasta la fecha.

Reynando el rey Moabdar, vivia en Babilonia un mozo llamado Zadig, de buena índole, que con la educacion se habia mejorado. Sabia enfrenar sus pasiones, aunque mozo y rico; ni gastaba afectacion, ni se empeñaba en que le dieran siempre la razon, y respetaba la flaqueza humana.

cuando vas por ahí con tu velito y ese pasito reposado, sin mirar a nadie, parece que vas de casa en casa pidiendo para una misa». ¿Ve usted lo que me decía? ¿Y cuando se empeñaba en que me pusiera yo esos cuerpos tan ceñidos, tan ceñidos que con ellos parece que enseña una todo lo que Dios le ha dado?...

Palabra del Dia

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