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Actualizado: 23 de junio de 2025
Juanita, impulsada irresistiblemente por la idea rara que había concebido, apartó con gran rapidez el pañolillo, que llevaba al pecho, prendido con alfileres, sacó sus tijeras del bolsillo del delantal y se desabrochó dos o tres corchetes del vestido. Don Paco, siempre de hinojos, la contemplaba embelesado y curioso.
Y la comparó al corte de una uña. Volviéndose a su embelesado padrino, que osó hablar de distancias y magnitudes siderales, le dijo con mucha displicencia: «¿Y qué tengo yo que ver con Júpiter?... ¿Qué me va a dar a mí Júpiter?». Bajaron a la calle de Segovia, ella delante, detrás él. «A ti te pasa algo... ¿Qué tienes? le dijo el maestro de Teneduría. ¡Qué le importa a usted!
Sacó, en esto, de la faltriquera un pañuelo randado, para limpiarse el sudor, que llovía de su rostro como de alquitara, y apenas le hubo visto Cortado, cuando le marcó por suyo; y habiéndose ido el sacristán, Cortado le siguió y le alcanzó en las Gradas, donde le llamó y le retiró a una parte, y allí le comenzó a decir tantos disparates, al modo de los que llaman bernardinas, cerca del hurto y hallazgo de su bolsa, dándole buenas esperanzas, sin concluir jamás razón que comenzase, que el pobre sacristán estaba embelesado escuchándole; y como no acababa de entender lo que le decía, hacía que le replicase la razón dos y tres veces.
Al subir la grande escalera que conduce al primer piso, la impresion que se experimenta tiene al mismo tiempo mucho de profundo y vago: profundo, porque uno se siente embelesado, lleno de una especie de asombro delicioso, de admiracion infinita hácia tantas maravillas; y vago, porque no se sabe qué admirar mas, si los tesoros inagotables de la naturaleza, ó los prodigios realizados por el hombre, como sabio, ingeniero, artista, viajero, arqueólogo, historiador, etc.
Sólo no creo en una cosa de las más esenciales que él afirma; y si de esto dudo, o más bien, si esto niego, es por lo mucho que le amo. ¿Cómo he de creer yo en nuestra incurable miseria, en nuestro inconsolable dolor, y en que la actividad de la mente es don funesto, cuando, en el colmo de mi amargura, abandonada por él para siempre, todavía vale más el recuerdo de la dicha alcanzada y de la honra obtenida en ser suya que todo el pesar del abandono en que me deja? ¿Cómo he de creer que la vida es un mal, cuando veo y columbro la suya, que ha de ser fuente de tantos bienes? ¿Cómo he de apreciar en poco la vida, cuando el precio infinito de la vida de él bastará para el rescate del linaje humano? ¿Cómo he de llamarme infeliz y no bienhadada, si el fruto de su amor vive en nuestro hijo, si la gloria de su nombre me circundará de fulgores inmortales, y si el recuerdo de que ha sido mío, de que le he tenido a mis plantas, idolatrándome, embelesado en la contemplación de mi belleza, a par que lisonjea mi orgullo, es inagotable manantial de consuelo para mi alma?
Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso a atender tan decididamente, que a mí me hizo sonreír el verla con la cabecita apoyada en la pared y los ojos estáticos.
Con este ruido, furia y alboroto llegaron donde Sancho estaba, atónito y embelesado de lo que oía y veía; y, cuando llegaron a él, uno le dijo: ¡Ármese luego vuestra señoría, si no quiere perderse y que toda esta ínsula se pierda! ¿Qué me tengo de armar -respondió Sancho-, ni qué sé yo de armas ni de socorros?
Al fin la ciénaga encuentra su desagüe principal, y el viajero vuelve á esconderse en el cauce sombrío del Dique ó canal, embelesado por los encantos de una naturaleza incomparable. Allí la plaga ha desaparecido enteramente, y el canal, con una anchura de 15 á 20 metros, da la idea de un paraíso que solo la imaginacion del poeta pudiera haber ideado.
Al día siguiente no hubo colegio tampoco por la tarde, y salieron en coche como habían convenido a la tendée, luciendo el tío Manolo sus aptitudes prodigiosas en el Prado. Miguel iba embelesado y orgulloso de ver que la gente les miraba mucho. Aquella manera de enganchar los caballos era todavía rara y un poco peligrosa no contando con jacas amaestradas.
Las aventuras de Robinsón Crussoe que tanto nos han embelesado a todos cuando niños, y cuya lectura nos deleita aún, bien podemos jactarnos de que hasta cierto punto han sido inspiradas por la obra del antiguo novelista de Guadix.
Palabra del Dia
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