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Actualizado: 23 de junio de 2025


Al siguiente día, el trasatlántico francés San Germán, que zarpaba del puerto de Santander, llevaba sobre cubierta un melancólico pasajero de barba rubia, que desafiando la crudeza de la temperatura y la desapacibilidad de la tarde, parecía embelesado en la contemplación de las aguas y de la costa. Iba pensando aquel pasajero: ¡Pero qué triste es el mar, Dios mío, y la tierra qué triste es!

Iba don Quijote embelesado, sin poder atinar con cuantos discursos hacía qué serían aquellos nombres llenos de vituperios que les ponían, de los cuales sacaba en limpio no esperar ningún bien y temer mucho mal. Llegaron, en esto, un hora casi de la noche, a un castillo, que bien conoció don Quijote que era el del duque, donde había poco que habían estado.

Y Andresito sonreía, embelesado por la gracia con que el bebé le hablaba, ahuecando la voz para imitar grotescamente el tono de sus poesías y acompañando sus palabras con gestos de píllete. ¡Oh, qué criatura! Había que creerla y él se lo tragaba todo a ojos cerrados, incluso la afirmación de que sus relaciones con el teniente sólo fueron para aumentar sus rabietas. Pero ¿no vienen ustedes?

En su endiablado dialecto platicaban largo y tendido los dos, y la pobre mujer no sabía sino contar gracias de su criatura, que oía Sardiola tan embelesado como si él también hubiese ejercido el oficio nada varonil de Engracia.

En cuanto a las amenazas de don Juan, que había previsto el caso, se burlaba de ellas. ¿No era Juanito su hijo? Nunca vio el pobre muchacho tan dulce y complaciente a su mamá. La escuchó, como siempre, embelesado, deleitándose con el eco de su voz, y la madre tuvo necesidad de repetir sus peticiones para que Juanito se diese cuenta de lo que decía.

...Qué quiere usted, me ha vuelto otra vez la manía de modelar en barro. Cuando tengo entre manos alguna figura que me interesa no me acuerdo de nada. Comprendo que hago mal, ¡pero se pasan tan buenos ratos! Romadonga le miró risueño, embelesado, con su acostumbrada benevolencia para todas las locuras. ¡Bravo! Es usted un hombre original.

La joven se animaba narrando los incidentes de la cacería. Tristán la miraba embelesado, admirando en lo íntimo de su ser la juventud, el vigor y la hermosura de su prometida. ¿Pero estás segura de que has alcanzado con los perdigones a ese ánade? ¿Cómo no, puesto que ha caído? Es que yo no creo una palabra de la eficacia de tu puntería.

Riquín, ya muy mejorado, saltaba y corría por el campo, y en sus mejillas renacían los frescos colores de la salud. Todo el día lo pasaba D. José embelesado, y no hartaba sus ojos de mirar a la madre y al hijo. Paseaban los tres por la montaña, se sentaban, hacían vida de idilio, semejante a la que D. José había visto pintada en los biombos de la casa de Aransis.

Ya me amenazó con ello el otro día, cuando me caí en el estanque del parque. Y eso porque sabe que no puedo sufrir la tapicería y que mi gusto es correr por los campos y el bosque á pie ó á caballo. Roger la contemplaba embelesado, admirando sus negros cabellos, el perfecto óvalo de su rostro, los alegres y hermosos ojos y la franca sonrisa que le dirigía y que demostraba su confianza en él.

Acaso á El drama nuevo, de Tamayo, sea á lo que debemos el mayor triunfo. Ha pasado el Atlántico, y puesto en inglés, ha embelesado al público de los Estados Unidos. En mi sentir, no obstante, el movimiento presente del ingenio español se estima fuera de España en muchísimo menos de lo que vale.

Palabra del Dia

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