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Actualizado: 21 de mayo de 2025


La Razón exhorta una vez más á los engañados á pensar en su salvación, y á embarcarse en el buque del arrepentimiento, el único que los librará de su ruina; pero el Alma nada quiere oir hasta que el mismo Jesucristo, dueño de este buque, se presenta acompañado de ángeles, y promete conducirlos á la bahía de la Salud, si llegan á arrepentirse.

De los navios jugando artilleria, El enemigo á los nuestros daño hace, Con su grave, importuna bateria, En breve nuestro campo se deshace. A lo alto de un cerro se subia, De lo cual al Ingles mucho le place, Que viendo á los cristianos retirarse, En su lancha procuran embarcarse.

¡Ah, miserable! dijo el comerciante después de esos ejemplos ¿todavía se atreve Vd. a embarcarse? Calló el marinero, meditó algunos momentos y dijo después 80 al comerciante: ¿En dónde murió el padre de Vd.? En la cama. ¿Y su abuelo? En la cama. 85 ¿Y su bisabuelo? En la cama también. ¡Ah, miserable! dijo entonces el marinero después de esos ejemplos ¿todavía se atreve Vd. a acostarse?

Los cañoncitos del jabeque habían sido desmontados, y los sujetaron a toda prisa con cuerdas. Todos los de la Marina querían embarcarse, pero el capitán sólo escogió cincuenta hombres, y oyó misa con ellos en la iglesia de San Telmo. Al ir a izar las velas se presentó el padre de Riquer, un marino viejo, y atropellando la resistencia de su hijo se metió en el buque.

Hice proyectos absurdos de provocarle, que, afortunadamente, no llegué a realizar, y a mediados del mes de julio me quedé sorprendido con la entrada en la bahía de Cádiz de la Bella Vizcaína. Llegaba el momento fatal. Había que embarcarse. Me despedí de mi novia, que me hizo mil promesas de fidelidad y de escribirme, y me fuí a la fragata considerándome un hombre desgraciado.

Terciado había en la conversación Cervantes, y puesto en cuidado a sus dos enamoradas, porque decir le oyeron que él sentía mucho que su compañía de infantería no era de las que habían de embarcarse para ir contra el Turco, sino que se embarcaría para Nápoles; y temían que, según encarecía su deseo de hallarse en aquella grande empresa, al fin no se pasase a una de las compañías que muy presto habían de embarcarse en las galeras que debían zarpar para Mesina.

Ocupado en estos ejercicios, se llegó el tiempo de embarcarse, y pasando de Sevilla á Cádiz, se dió á la vela para Buenos Aires el año de 1698 en compañía de otros cuarenta y cinco Jesuitas repartidos en tres naves, con viaje se puede decir afortunado; porque después de grandes infortunios que padecieron en veintidós meses de navegación, plugo á Dios Nuestro Señor traerlos salvos al puerto de Buenos Aires.

Carnicero, y en ellas trataba de hacerse pasar por uno de los más ardientes devotos de la causa del Altísimo, no estaba resueltamente decidido a embarcarse de un modo definitivo en tan arriesgado golfo.

¡No ir!... ¡No ir!... repetía Diógenes, y púsose a combinar al punto un fantástico viaje de huida, en que se le figuraba subir al coche que acababa de parar en la puerta, cuyos sonoros cascabeles llegaban a su oído taladrándole la cabeza, y correr a escape a San Sebastián, y embarcarse allí para el fin del mundo, huyendo como Caín de aquel juez que le perseguía, dando vueltas por la tierra, vueltas y más vueltas, que vinieron por fin a marearle, produciéndole bascas terribles, entre las que creyó ver asomar ya la guadaña de la muerte... ¡La muerte!

Todos se aglomeraban á la vista del mar, con la esperanza de ser los primeros en embarcarse apenas se abriese para ellos el camino de la navegación. La guerra iba á ser muy corta, ¡cortísima! El kaiser y sus irresistibles ejércitos sólo necesitaban seis meses para imponer la ley á toda Europa. Las familias germánicas enriquecidas por el comercio se habían alojado en los hoteles.

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