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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Su vitalidad exuberante, su fuerza impulsiva, consumíanse en obscuras aventuras y estúpidos derroches, de los que hablaban luego en la isla con admiración los compañeros de estudios. Viviendo en Barcelona, recibió un telegrama anunciador de que su madre estaba enferma de gravedad. Tardó dos días en embarcarse: no había un buque pronto a zarpar. Cuando llegó a la isla, su madre había muerto.

Cigala dijo que era poca vergüenza y poca reputación embarcarse el Visorrey sin la gente que había de ir, y que parescería que iba huyendo.

Viage de los dos habitantes de Sirio y Saturno Ya estaban para embarcarse nuestros dos caminantes en la atmósfera de Saturno con muy decente provision de instrumentos de matemáticas, quando la dama del Saturnino, que lo supo, le vino á dar amargas quejas.

»Cerca de mediodía podría ser cuando nos echaron en la barca, dándonos dos barriles de agua y algún bizcocho; y el capitán, movido no de qué misericordia, al embarcarse la hermosísima Zoraida, le dio hasta cuarenta escudos de oro, y no consintió que le quitasen sus soldados estos mesmos vestidos que ahora tiene puestos.

En la proa de la barca estaba el tío Ventolera, viejo marinero que había navegado en buques de diversas naciones, y era el acompañante de Jaime desde que éste llegó a Ibiza. «Cerca de ochenta años, señor», y no dejaba un solo día de embarcarse para pescar. Ni enfermedades ni miedo al mal tiempo. Tenía el rostro curtido por el sol y el aire salitroso, pero con pocas arrugas.

Varios de ellos, testarudos, como todos los borrachos, se resistían a embarcarse, tratando de acercarse a los barriles para beber un último sorbo. Los cuatro holandeses iban ya a traer a las chalupas a los demás chinos, cuando los salvajes, que desembocaban ya por las dos gargantas, entraron en el campamento con ímpetu irresistible.

No era ese su corte, lo repito, y eso, felizmente para su gloria. Tengo, pues, para , que San Martín, al embarcarse en el Callao para Guayaquil, y al sentarse en aquel sofá al lado de Bolívar, dominándolo con su alta talla, tenía ya resuelto en el fondo de su espíritu todo el problema.

El joven se agarró a una cuerda, y, manteniéndose perfectamente sujeto para no ser arrastrado por las olas, llegó hasta la chalupa, ayudándole su hermano a embarcarse. Van-Horn le siguió ágilmente, a pesar de su edad, y, por último, el Capitán entró también en la pequeña embarcación. ¡Soltadla! ordenó Van-Stael.

Pidió licencia á Andronico para volverse á Galípoli, y aunque el Emperador con ruegos y dádivas le procuró detener, no dejó de embarcarse en dos galeras que tenia al puerto de Blanquernas por la puerta del Emperador, y dice Pachimerio, que se embarcó con el semblante triste, y que mostraba el combate de pensamientos que llevaba.

Era una boya que no cabía ya en ninguna parte, ni concebía otra postura, relativamente cómoda, que la de las boyas, flotando, la cual era irrealizable, tan irrealizable como su viaje a España, si Dios no hacía el milagro de enflaquecerla una tercera parte cuando menos, en lo que faltaba de primavera, para poder embarcarse en los primeros meses del verano.

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