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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Pero su arrogancia temeraria, que le había hecho embarcarse en buques destinados al naufragio y le empujaba hacia el peligro por el gusto de vencerlo, gritó más alto que la prudencia. «¡En mi patria!... se dijo mentalmente . ¡Querer asesinarme cuando estoy en mi tierra!... Yo les haré ver que soy un español...» Conocía el bar del puerto mencionado por Freya.
Esto se pregonó por bando público, mandando que tratásemos y tuviésemos los zervinos por leales vasallos de S. M. Tanto duró su lealtad cuanto comenzó el armada turquesca á parecer. Al principio de mayo comenzó á embarcarse la gente.
¡Huíd! gritaron Van-Stael, Van-Horn y los dos jóvenes, echando mano de las armas. Los chinos, al oír el clamoreo de los caníbales y al ver caer sobre ellos una lluvia de azagayas y bomerangs, comprendieron, al fin, el peligro que les amenazaba, y al punto se les disiparon los vapores de la borrachera. Por desgracia, era ya demasiado tarde para que pudieran embarcarse en las chalupas.
Avisábale un obscuro instinto lo quimérico de los planes heroicos concebidos en la soledad oceánica. La tierra cercana parecía repeler sus valerosas concepciones. Percibía en torno de él un ambiente de restricción y de orden más imperioso que el que había dejado a sus espaldas al embarcarse.
Avisaron de allí al Emperador como estaban á punto para embarcarse, aguardando nueva órden para partirse.
Sus antecedentes, tal como él mismo los comunicó un día en la mesa, denotaban un temperamento práctico, aun en medio de sus extravagancias. Tuvo una juventud y edad madura ásperas y voluntariosas, durante las cuales había enterrado a disgustos a su esposa, y obligado a embarcarse a su hijo, experimentó de repente una decidida vocación para el claustro.
Ordenóse de sacerdote antes de embarcarse para esta provincia, á que pasó el año de 1681 y apenas se dieron á la vela en Cádiz, cuando se le ofreció ocasión en qué dar muestras del espíritu y virtudes, de las cuales iba abundantemente prevenido para aquel viaje.
Si él quiere volver a embarcarse con su pierna de palo, su brazo roto, su ojo de menos y sus cincuenta heridas, que vaya en buen hora, y Dios quiera que no vuelva a parecer por aquí...; pero tú no irás, Alonso, tú no irás, porque estás enfermo y porque has servido bastante al Rey, quien por cierto te ha recompensado muy mal; y yo que tú, le tiraría a la cara al señor Generalísimo de mar y tierra los galones de capitán de navío que tienes desde hace diez años... A fe que debían haberte hecho almirante cuando menos, que harto lo merecías cuando fuiste a la expedición de África y me trajiste aquellas cuentas azules que, con los collares de los indios, me sirvieron para adornar la.
Meditaba sobre la locución popular: «Ojos que no ven, corazón que no siente». Pensaba en embarcarse para las islas Jónicas, en caer como una bomba en la casa de su amante y en apoderarse de él en una lucha heroica. Le bastaría un cuarto de hora para reanimar el fuego mal extinguido y para reanudar una costumbre que no estaba más que interrumpida.
Para hacer mas palpable la posibilidad de dicho camino, citan VV. SS. el de los Jesuitas que, segun el P. Antonio Ruiz Montoya, salian de la Asumpcion por el rio Paraguay arriba, desembocándose como á las 40 leguas en el puerto de Maracayú, pasando desde allí á embarcarse sobre el Salto grande del Paraná.
Palabra del Dia
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