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Actualizado: 4 de junio de 2025


Navaja en mano es tremendo, y ya que no quiera por piedad abrir a nadie una gatera en el vientre, lo que es para pintar un jabeque en la cara al propio lucero del alba, no tiene el menor escrúpulo si se enoja.

Pasó a América en el año de 1768, y por una singular coincidencia se embarcó en el mismo jabeque que llevaba al gobernador Bucareli la cédula de supresión de la Compañía de Jesús, cuyas tareas estaba destinado a continuar en sus establecimientos de Misiones.

El tío Ventolera, por no ser menos, narraba historias de piratas y de valerosos marineros de Ibiza, apoyándolas con el testimonio de su padre, que había sido paje en el jabeque del capitán Riquer, asaltando detrás de este héroe la fragata Felicidad, del temible corsario «el Papa». Entusiasmado por los recuerdos heroicos, canturreaba con su voz trémula las coplas con que la marinería ibicenca había celebrado el triunfo; coplas en castellano, para mayor solemnidad, y cuyas palabras desfiguraba el tío Ventolera.

Los cañoncitos del jabeque habían sido desmontados, y los sujetaron a toda prisa con cuerdas. Todos los de la Marina querían embarcarse, pero el capitán sólo escogió cincuenta hombres, y oyó misa con ellos en la iglesia de San Telmo. Al ir a izar las velas se presentó el padre de Riquer, un marino viejo, y atropellando la resistencia de su hijo se metió en el buque.

Esto es un decir añadía excusándose . Buenas personas las hay en todas partes. Vostra mercé es una de ellas. Pero volviendo al capitán Riquer... Era patrón de un jabeque armado en corso, el San Antonio, tripulado por ibicencos, en continua guerra con las galeotas de los moros argelinos y los navíos de Inglaterra, enemiga de España. El nombre de Riquer lo conocían en todo el Mediterráneo.

Su padre había visto estos grandes sucesos: iba de paje en el jabeque de Riquer. Luego había caído cautivo de los argelinos, siendo de los últimos esclavos, antes de que llegasen los franceses a Argel. Allí se vio en peligro de muerte un día que los diezmaron a todos por el asesinato de un moro perverso, cuyo cadáver apareció embutido en una letrina.

Necesitó el San Antonio largas horas y expertas maniobras para aproximarse a la fragata del «Papa». El pobre jabeque parecía un insecto al lado del gran navío, tripulado por la gente más brava y aventurera recogida en los muelles de Gibraltar: malteses, ingleses, romanos, venecianos, liorneses, sardos y raguseos. La primera andanada de los cañones del navío mata cinco hombres sobre la cubierta del jabeque, entre ellos el padre de Riquer.

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