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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Así nos vamos vengando unos en otros, de la manera más inhumana y estúpida. Realmente, la naturaleza es pródiga con el hombre egoísta y con la mujer voluble e insensible. Quizá es lo natural en el hombre ser un poco canalla, y en la mujer un poco cruel. Hasta es posible que la bondad y la generosidad sean una anomalía.
Era un consuelo egoísta y feroz ver que á todos llegaba la desgracia, sin reparar en años ni en gallardías... Por esto accedió al ruego de su primo, haciendo llamar al ingeniero. ¡A ver, que pasase aquel compañero de desgracia!... Fernando no quiso sentarse; tenía prisa por volver á los altos hornos después del tiempo perdido; deseaba cumplir sus deberes hasta el último momento.
La invitación resulta egoísta, no lo oculto. Pienso permanecer aquí hasta que se restablezca la tranquilidad de Europa y la vida vuelva á ser agradable. Sólo con mi coronel, acabaríamos por odiarnos los dos. Ustedes me acompañarán en mi agujero. Quedaron los tres estupefactos por la inesperada proposición. Novoa fué el primero en recobrar la palabra. Príncipe, usted apenas me conoce.
Indudablemente, pero es una simple aspiración nacional, egoísta en su patriotismo, exclusiva en su ambición, pero que no está revestida, como antes dije, de los caracteres de un principio de justicia, de derecho natural, que sea capaz de imponerse a la América entera.
Las negras pupilas de la brigadiera no tardaron en caer de nuevo sobre él, y detrás de aquellas pupilas se agitaba ahora un pensamiento tan egoísta y mezquino como acorde con nuestra flaca naturaleza. Aquel chicuelo que tenía delante iba a privar a su hermosa y adorada hija de una mitad de fortuna, por lo menos.
Egoísta hasta la brutalidad, era derrochador para sus placeres y tacaño feroz cuando se trataba de las necesidades de los demás. Encontró ridículos los gustos aristocráticos de su esposa, y los suprimió despóticamente. Vendió el carruaje y los caballos, y doña Manuela, que tan exigente se mostraba en materia de ostentación con su primer esposo, acató servil y gustosa las órdenes del segundo.
El era un intelectual, con muchos amigos, y aunque la mayoría de éstos se hallasen fuera de Madrid, temía que alguien le viera cargado con un fardo. Era un escrúpulo egoísta, un deseo de guardar su prestigio de grande hombre desgraciado que se mantiene digno ante la miseria.
No tendrás más remedio que resignarte como me resigno yo también. »Me fue imposible oír más. Las últimas palabras hirieron mi corazón, como pudiera hacerlo la punta aguda y fría de un puñal, y no pude resistir aquella situación. »Comprendía entonces cuán ciego y egoísta había sido. Yo, que había visto que Antoñita me estorbaba, no me había dado cuenta de que yo a ellos les estorbaba a mi vez.
¡Adiós, adiós, hasta mañana temprano! dijo Frígilis librándose de la mano trémula que le sujetaba un brazo. «¡Egoísta, pensó don Víctor al quedarse solo ; es la única persona que me quiere en el mundo... y es egoísta!». Se abrió la puerta. Vaciló un momento.... Se le figuró que del patio salía una corriente de aire helado....
De Pas ya no era el mismo que sentía remordimientos románticos aquella noche de luna al ver a don Santos arrastrar su degradación y su miseria por el arroyo; ahora no era más que un egoísta, no vivía más que para su pasión; lo que podría turbarle en el deliquio sin nombre que gozaba en presencia de Ana, eso aborrecía; lo que pudiera traer una solución al terrible conflicto, cada vez más terrible, de los sentidos enfrenados y de la eternidad pura de su pasión, eso amaba.
Palabra del Dia
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