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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Concertáronse, y en entrando en la calle, topáronme, y disimularon de suerte los tres que jamás pensé que eran tan amigos míos como entonces. Estuvímonos en conversación tratando de lo que sería bien hacer a la noche, hasta el avemaría. Entonces despidiéndose los dos, echaron hacia abajo, y yo y don Diego quedamos solos y echamos a San Filipe.

¡Que si quieres!... Echamos a andar por aquel pasillo de baldosines rojos, al cual yo llamaría calle o callejón por su magnitud, por estar alumbrado en algunas partes con mecheros de gas y por los ángulos y vueltas que hace. De trecho en trecho encontrábamos espacios, que no dudo en llamar plazoletas, inundados de luz solar, la cual entraba por grandes huecos abiertos al patio.

En fin, le dije: «Vamosno queriendo contrariarla. Echamos a andar preguntando el camino de vez en cuando, y por último llegamos a la Celle. «El campo Quemado, me dijo un segador, está allá, en lo bajo del camino. ¿Qué va usted buscando en el campo Quemado? No hay por allí nada bueno.» «Buscamos a una familia de pobres que vive allí.» «Entonces allí la encontrarán ustedes.

Se encontraban en ella los mismos alegres compadres, que me recibieron con igual agasajo y cordialidad. Todos a un tiempo elevaron sus cañas, invitándome a beber. Uno de ellos me dijo: ¿Qué tal la morenita? La pregunta me turbó extremadamente en aquel momento. ¡Pchs!... No anda mal. Echamos un trago para no desairarlos y nos fuimos a sentar en un rincón.

La más célebre y la mejor de ellas es La presumida y la hermosa: su intriga ó enredo es muy divertido, y están bien caracterizados los tipos de dos hermanas, una de más edad, loca, pretenciosa y presumida, y la más joven dotada de gracia natural, y simpática á todos; pero, sin embargo, echamos de menos en ella esa inspiración poética que combina elementos aislados, hábilmente dispuestos, infundiéndoles animación y vida.

¿Y a qué viene eso? Pues a que Miguel no vería con malos ojos la desaparición de usted. Una vez quitado usted de en medio podría él realizar la jugada que antes le echamos a perder, o por lo menos lo intentaría. Yo me basto para defenderme.

Yo me alzaba sobre los estribos, procurando distinguir algo; pero además de ser la noche obscurísima, las descargas eran tan lejanas, que no se alcanzaba a ver el fogonazo. Nuestras columnas avanzadas dijo Santorcaz habrán encontrado algún destacamento francés que viene a reconocer el camino. Ha cesado el fuego dije yo . ¿Echamos a andar? Parece que dan orden de marcha.

«Hola, D. Evaristo dijo deteniéndose un instante a estrecharle la mano . ¿Cómo va la salud...? ¿Bien? Me alegro... Conservarse... Muy ocupado... Junta en el despacho del jefe... Abur». Buen pelo echamos, ¿eh?... Sea enhorabuena. Yo tal cual. Adiós. Al quedarse otra vez solo, D. Evaristo arrugó el ceño. Ocurriósele una contrariedad que entorpecería su plan.

Luego, levantamos las velas y nos echamos al mar. Había dentro del quechemarín agua y comestibles para unos días. Por la mañana, raspamos el nombre del barco, que se llamaba Betty, y le bautizamos con el de Rosa, de la matrícula de Bangor, el pueblo de Allen. Navegamos todo el día y toda la noche y pudimos comer y descansar.

Yo donde hay tres cartuchos de dinamita, de a dos kilos y medio; uno para el almacén de modelos, que es lo que vale más; otro para casa del amo, por la parte de atrás donde tiene la familia... y el otro se guarda para cuando haga falta. Echamos suertes, y a quien le toque, aquél los pone. Un silencio prolongado y medroso siguió a la horrible proposición.

Palabra del Dia

ciencuenta

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