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Actualizado: 22 de junio de 2025
En estas niñeces pasé algún tiempo aprendiendo a leer y escribir. Echamos suertes entre doce señalados por él y cúpome a mí. Avisé a mis padres que me buscasen galas. Llegó el día y salí en uno como caballo, mejor dijera en un cofre vivo, que no anduvo en peores pasos Roberto el diablo, según andaba él. Era rucio, y rodado el que iba encima por lo que caía en todo.
EL MARINO. Y en medio de ellos el gitano que se debatía blasfemando e insultando a todos los santos del Cielo y al señor gobernador. LA MULTITUD. ¡Jesús, qué horror! ¿y cómo os librasteis del monstruo? EL MARINO. Afortunadamente el capitán tenía una botella de agua bendita por el arzobispo de Toledo, y como el infernal buque estaba muy cerca, se la echamos a bordo.
En el momento presente de nuestra historia prevalecía en doña Inés el empeño de empujar a Juanita hacía el monjío. Preveía para ella peligros inminentes y ansiaba salvarla, aun a costa de privarse de su agradable presencia y de su dulce trato. Se comprenderá qué clase de peligros temía la señora de Roldan si echamos una ligera ojeada retrospectiva y ponemos al lector en antecedentes.
El carácter especial de este marinismo ó, si se quiere llamar, gongorismo, tan extraño para nosotros y tan opuesto al buen gusto, nos choca tanto más, cuanto que echamos de ver el esmero con que lo prepara la inteligencia del poeta, y lo ofrece á nuestra vista con un propósito harto evidente, hasta en sus más leves pormenores.
Echadme trozos de cuerda dijo Recalde. Le echamos todos los que pudimos encontrar, y fue rellenando la abertura hasta cerrarla por completo. Como las cuerdas estaban empapadas en brea, servían muy bien. Después, cuando concluyó de cerrar la vía de agua, dijo: Dadme la ropa. Le echamos la ropa, y se fue vistiendo despacio.
Nosotros en aquesto compasivos, De cosas les henchimos bien las manos, Deseando librar nuestros hermanos. El cobertor quité yo de mi cama, Porque un cacique bien se ha aficionado; Echamos por el pueblo una derrama, Y en breve gran rescate se ha juntado.
A la segunda andanada, el palo mayor quedó hecho trizas, como el tubo de una pipa de barro, y mató a otro marinero. Se izó la bandera holandesa; fué inútil. El crucero inglés no cesó el bombardeo. Nuestro capitán iba dando órdenes desde la toldilla; echamos el palo mayor al mar, y seguimos navegando.
Dejamos las gorras poco más o menos como los demás días, y cuando entró el master nos echamos en el suelo los tres, abrimos el boquete, pasamos primero los fardeles con las ropas y luego nosotros, como por una gatera, y salimos a cubierta. Cerramos el boquete. Hacía un frío terrible. La noche no estaba del todo obscura; había una vaga niebla rojiza.
Al principio no nos debieron oír; después vimos a la luz de la luna que el barco se acercaba a nosotros con las velas desplegadas. La gente de Ryp debió darse cuenta de nuestros gritos y comenzó a dispararnos. Smiles y yo nos echamos al agua y, nadando, llegamos a coger la goleta. Cuando yo me encontré sobre cubierta, prometí no volver a aquel maldito paraje.
Cargamos, pues, con todo nuestro ajuar, y echamos pie á tierra en el andén, acatando los altos é incomprensibles designios de las Empresas, que no han juzgado conveniente ahorrar á los viajeros esta hora de detención.
Palabra del Dia
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