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Actualizado: 22 de junio de 2025


Este empleo me facilitó la gracia, favor y benevolencia de muchos, porque en su distribucion no era muy escaso, pero cuidando que no faltase agua, y solo por ella tienen guerra los Sivisicosis con los vecinos. Dos dias estuvimos en este pueblo, y dudando si habiamos de pasar adelante ó volvernos, echamos suertes, y salió que prosiguiésemos.

Si, descendiendo ahora de lo general á lo particular, echamos una ojeada á las diversas obras dramáticas de Lope, no nos será dable dejar de maravillarnos al recordar la infinita variedad de asuntos que ha manejado, y de alabar la gran diversidad de formas dramáticas que en ellas se encuentran. Antójasenos su teatro un mundo lleno de incomparable riqueza de fenómenos, así externos como internos.

No quisimos entrar en el pueblecito con aquellas trazas, y subimos por el arenal, y escalando unas dunas, sin que nos viera nadie, nos metimos en el cementerio de la aldea, y tendidos entre dos sepulcros, resguardados del viento, pudimos descansar y dormir. A media noche nos despertamos de hambre y de frío. Nos levantamos, salimos del cementerio y echamos a andar.

El asegura que es de gran familia, pero ¡vaya usted á saber de estos gringos!... Todos los muertos de hambre, al venir á América, la echamos de hijos de príncipes. A éste lo había tuteado Madariaga desde el primer instante, no por agradecimiento, como á Desnoyers, sino para hacerle sentir su inferioridad.

Echamos perros al moribundo para que el dolor de las mordidas le haga vivir un poco más. Afuera todo eso. ¿No hay remedio? El que mande Dios. ¿Qué mal es este? La muerte vociferó con cierta inquietud delirante, impropia de un médico. ¿Pero qué mal le ha traído la muerte? La muerte. No me explico bien. Quiero decir que de qué... ¡De muerte!

Nos echamos a reír y ella me dijo cariñosamente: En fin, usted me ama, y esto es lo importante... , la amo a usted, porque la creo sincera y leal... Una sola cosa podría separarme de usted; la falsedad y la mentira... Y eso no lo espero... Creo en usted como en... Buscaba un punto de comparación, pero ella no me dio tiempo para encontrarlo. Gracias dijo levantándose y estrechándome la mano.

Echamos una última mirada en torno del cuarto, y sobre el taburete donde Magdalena se había sentado, después de lo cual nos dirigimos al camino para ocupar con lentitud nuestros asientos en la diligencia que nos aguardaba.

Nos faltaban papeles para embarcarnos en España: teníamos miedo a lo de la quinta... Un viaje de sesenta y cinco días. ¡Y pensar que ahora nos quejamos por si el vapor se atrasa un par de horas! Yo vine en una fragata de Barcelona cargada de vino, hace cuarenta años, y echamos dos meses y medio en el viaje dijo Montaner, el residente en Montevideo.

Vas allí, armas una marimorena horrorosa, y nos echamos encima otra complicación. Quizá tengas razón. Respecto a don José, puedes estar tranquilo: aquella le cuidará bien, y yo... vamos, me parece una tontería hacer promesas. Vámonos; quiero pasar las noches que faltan con mi padre. Convengamos antes la hora. ¿Te parece bien a las tres? Como quieras. Yo lo tendré todo dispuesto.

El fuego se fue extinguiendo lentamente en el hogar. Todos echamos mano a nuestras mantas en silencio, y pronto no se oyó otro ruido que el gotear de la lluvia sobre el techo y la fatigosa respiración de los que uno tras otro se iban durmiendo. Despuntaba casi el día, cuando desperté de un sueño agitado.

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