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El comendador, mientras tanto, no renuncia á la esperanza de lograr sus deseos á fuerza de constancia: ha recibido una orden del Rey mandándole formar un destacamento de sus súbditos, que ha de reunirse con un ejército numeroso, organizado contra los moros, y resuelve nombrar su capitán al esposo de Casilda.

Entendía don Pedro el honor conyugal a la manera calderoniana, española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa. Y a él que no le dijesen: Rita no estaba sin algún enredillo.... Acerca de Carmen y Manolita no necesitaba discurrir, pues bien veía lo que pasaba. Pero Rita....

La de Ricardo, el esposo de mi amiga, proviene igualmente de su abuelo, el señor Pérez, uno de los primeros registreros de la calle Rivadavia, allá por los tiempos de la presidencia de Sarmiento.

»¡Escúcheme dijo a mi esposo; escúcheme en nombre de la salvación de su alma! »E inclinando su cabeza al oído del Conde, le dijo algunas palabras que no pudimos entender. »Durante este tiempo el magistrado se acercó lentamente, aunque guardando una respetuosa distancia.

Mas ya, ¿quién pondrá en mis manos su pan y el de sus hermanos? ¡Ay, Señor! que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afán angustioso, lloro, más que por mi esposo, por el padre de mis hijos

, ahí van.... Y el mismo esposo estiró el cuello... y asomó la cabeza.... Lo vio todo. Dio un salto atrás. ¡Infame! ¡es un infame! ¡me la ha fanatizado! Sintió escalofríos. En aquel instante la charanga del batallón que iba de escolta comenzó a repetir una marcha fúnebre. Al pobre Quintanar se le escaparon dos lágrimas.

De improviso, como si se levantara un fuerte viento, la veleta daba la vuelta grande y ponía la punta donde antes tenía la cola. De estos cambiazos había sentido ella muchos; pero ninguno como el de aquel momento, el momento en que metió la cuchara dentro del arroz para servir a su futuro esposo.

Ya no soy aquel triste Abindarráez Que os daba tanto llanto, puras fuentes; Ya no escribiré hermano sino esposo, Por las cortezas de los verdes árboles. Pero, si no me quiere mi Jarifa ¡Cuánto mejor me fuera ser su hermano! Mas aunque no me quiera, el ser su hermano Ya quita la esperanza a Abindarráez De la gloria que el alma ve en Jarifa.

Y poseo, quizá, algunas cualidades que no conocéis... , Juan, lo que sois vos, y los compromisos que contraigo tomándoos por esposo: seré para vos no sólo una mujer cariñosa y buena, sino también valiente y firme.

Y era el tercero, que el recordar es siempre mil y mil veces más poético que el mirar, por donde tal vez cuando ella mirase de nuevo al muchacho, caería en la cuenta de que no se parecía a su difunto esposo, de que ni él estaba encantado ni la encantaba a ella, y de que eran sueños vanos y sin sustancia todos los pronósticos en que prestaba al rapaz las grandezas y los triunfos que expresados quedan.