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Actualizado: 8 de junio de 2025
Rosa Carraspique en el mundo, sor Teresa en el convento, murió de una tuberculosis, según Somoza, de una tisis caseosa, según el médico de las monjas, que era dualista en materia de tisis. Pero lo que no dudó ningún enemigo del Provisor fue que la culpa de aquella muerte la tenía don Fermín, fuese lo que quiera de los pulmones de la chica.
Fué á gritar avisando su presencia, pero se contuvo, sintiendo un deseo que le hizo sonreir. ¡Si la sorprendiese en aquel piso superior, única parte de la casa que habitaba ella ahora! No dudó más... ¡Arriba! En el primer rellano vió varias puertas, pero una sola estaba sin cerrar y por ella salían los ecos de la canción y los golpes.
Aún se acordaba con remordimiento de cierto amigo suyo al que hirió gravemente en uno de tales lances. Te he contado siguió diciendo toda mi historia con esa mujer, todo lo que sé con certeza de su vida. Lo demás es ella quien lo dice, é ignoro si debo creerlo... Hasta dudo ahora de su nacionalidad y de su nombre.
Interrogado por el Padre Ambrosio, le contestó de esta manera: Me deleita y me pasma lo que dices, pero he de confesarte que entiendo algo de ello de un modo confuso, que hay algo que no entiendo de ningún modo, y que sin dudar de tu buena fe, dudo del poder de tu ciencia y recelo que el amor propio te lleve a dilatar fantásticamente sus límites mucho más allá de donde en realidad llega su imperio.
Lo tenía una mujer que lo estaba registrando, y viendo, que no contenía cosa de valor, no parecía mostrar gran empeño en conservarlo. Lázaro lo tomó. El oleaje del gentío le había llevado á gran distancia de la casa de Entrambasaguas. Desde el balcón no podían verle. No dudó más, y echó á correr por una de las calles transversales hacia la casa.
Cuanto más cerca veo el día pensaba , más indeciso y perplejo me encuentro. ¿Por qué dudo, decídmelo, Virgen Santa del Sagrario y tú, San Ildefonso bendito? ¿Por qué mi anhelo se ha trocado en vacilación y mi fe en temor de causar gravísimo daño? ¿Qué dices a esto, conciencia pura, qué razones me das? ¿Sale acaso de ti esa voz que siento y que me dice: «detente, ciego?...». Y tú, caviloso Benigno, ¿has notado, por ventura, frialdad en los afectos de ella, arrepentimiento en su voluntad o siquiera desvío?
Al día siguiente conté a mi madre la escena de la noche anterior en Bisusalde, y no sé si dudó de la veracidad de lo dicho por su presunto hermano, o si creyó que querría quitarnos parte de la herencia; el caso fué que mi madre no se conmovió tanto como yo creía, y hasta se me figuró que le pareció mal que yo me comprometiese a ayudar a mi prima.
El P. Gil prosiguió: De todos modos, como cristiano y como sacerdote, estoy dispuesto a hacer todo lo que puedan mis fuerzas por conseguir lo que usted desea. Dudo mucho del éxito de mi intervención... Sé también que me expongo a ser arrojado como usted de la casa, pero no me importa. Cumpliré mi deber, y si no conseguimos nada, me quedará al menos la satisfacción de haberlo cumplido...
En manos de una persona inteligente, esta mujer podría enderezarse, porque no debe de tener mal fondo. Pero yo dudo que tú...». viii Doña Lupe era persona de buen gusto y apreció al instante la hermosura del basilisco sin ponerle reparos, como es uso y costumbre en juicios de mujeres.
Entonces acaso existiera en los matrimonios fidelidad, aunque lo dudo, porque la inclinación al cambio reside igualmente en el fondo de nuestra naturaleza espiritual.
Palabra del Dia
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