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Actualizado: 19 de junio de 2025
Julio había escapado al saber que esta beldad, de esbeltez juvenil vista por el dorso, tenía dos nietos. «Máster Desnoyers ha salido», decía invariablemente Argensola al recibirla. Y la abuela lloraba, prorrumpiendo en amenazas. Quería suicidarse allí mismo, para que su cadáver espantase á las otras mujeres que venían á quitarle lo que consideraba suyo.
Las neuralgias del resto del cuerpo son generalmente tirantes, se presentan á lo largo del dorso, en las profundidades de los miembros y en las articulaciones, particularmente en la rodilla, en la cadera, en los dedos de piés y manos, en el dedo gordo con una forma artrítica.
Fué entonces cuando ví, adelantándose, la poderosa figura del Director General; inmediatamente me hallé con el dorso curvado y el sombrero cumplimentador en la mano. Era el hábito de dependencia; mis millones no me habían dado aún la verticalidad de la espina dorsal. En casa desparramé el oro sobre el lecho y me revolqué en él mucho tiempo, gruñendo sordamente.
Pero el origen campesino, la rudeza nativa, se revelaba en las manos cortas, con las uñas anchas y aplastadas, y el dorso afeado con ligeras manchas amarillas; en los pies gruesos y pesados, a pesar de mostrarse cubiertos por unas elegantes botinas que delataban con su finura haber pertenecido antes a la señora. Era bonita, con la frescura de la juventud.
Ignoro qué suerte será la mía, pero lo que me importa es tu tranquilidad. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Se dejó caer de bruces en el diván, ocultando el rostro entre los brazos, mientras un hipo de llanto estremecía las adorables sinuosidades de su dorso. Ulises, conmovido por este dolor, admiró al mismo tiempo la perspicacia de Freya, que adivinaba todas sus ideas.
Eran simples socios, por un interés recíproco. Los animales-plantas picaban como ortigas; todos los monstruos sin coraza huían del veneno de sus órganos urticantes; las briznas de su cabellera quemaban como alfileres de fuego. De este modo, el humilde paguro inspiraba terror á las fieras gigantescas de la profundidad, llevando sobre el dorso su torre coronada de formidables baterías.
No comentó Sarto; pero también sabe dictar una carta muy zalamera. Tuve la misma idea y ya iba a rasgar el anónimo cuando noté unas líneas escritas al dorso: «Si el Rey duda, consulte al coronel Sarto...» ¿Eh? hizo el veterano asombrado. ¿Me toma por tan sandio como a usted?
En los ángulos del techo se balanceaban, pendientes de cuerdas, los cuatro cocodrilos, negros y rugosos por el dorso, y mostrando al público el color amarillo de sus vientres y las plantas de sus patas. Las gentes del país, cuando pasaban por la Presa, creían necesario detenerse á beber un vaso en el boliche para admirar tales novedades.
Admiró la belleza de esta aparición: un escalofrío estremeció su dorso; surgieron en su memoria las pasadas voluptuosidades... Y al mismo tiempo, el otro Ferragut que existía dentro de él se crispó con la violencia homicida del levantino, que sólo admite la muerte como venganza. Ella era la culpable de todo. «¡Ah... tal!»
La luz del candil y los reflejos de la lumbre arrancaban destellos a la hojalata limpia, al barro vidriado de las cazuelas del vasar, y la temperatura se suavizaba, se elevaba, hasta el extremo de que el señor Rosendo se quitase la gorra con visera de hule, descubriendo la calva sudorosa, y la niña echase atrás con el dorso de la mano sus indómitas guedejas que la sofocaban.
Palabra del Dia
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