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Actualizado: 24 de junio de 2025
Lejos de descomponerse, de adquirir ese hundimiento cadavérico, esa contracción de las comisuras labiales, esa especie de trastorno general que deja asomar al rostro, no cuidadoso ya de ajustar sus músculos a una expresión artificiosa, los roedores cuidados de la vigilia, brillaba en las facciones de Lucía la paz, que tanto cautiva y enamora en el semblante de los niños dormidos.
Los dos amantes siguieron el camino a lo largo del tercer depósito, haciendo crujir bajo sus pies el polvo de carbón que ennegrecía el suelo. Pasaban hacia Madrid mujeres astrosas con niños dormidos en sus brazos; viejas arrugadas y negras como brujas, con pucheros destinados a recibir el rancho de San Bernardino.
Como tal vez las nieves detienen y con la misma detención prestan más brío a la virtud germinal de la primavera, la cual aparece de súbito y da razón de sí cubriendo los árboles de verdura y los campos de flores, así el anhelo de amar y todo el ser apasionado del virgen corazón de nuestra heroína despertaron de repente, reprimidos hasta entonces por la prudencia, y como dormidos hasta los veintiocho años.
Al alba, vencidos por el cansancio de aquella larga y angustiosa velada, se quedaron dormidos; pero su sueño duró poco, pues fueron bruscamente despertados por unos gritos salvajes. Iban a ponerse en pie, cuando se precipitaron sobre ellos treinta o cuarenta papúes armados de cerbatanas, mazas y lanzas, y adornados de plumas y collares de dientes de cuadrúpedos y conchas de tortugas.
Respondeme, io querida mia! te he llamado en las sombras de la noche; he asustado a los pajaros dormidos bajo las hojas silenciosas, he despertado al lobo en las montanas, y he hecho conocer tu nombre a los ecos de las cavernas mas sombrias. El eco me ha respondido, los espiritus y los hombres tambien me han respondido, tu sola has permanecido muda.
En ese momento llegaban al corredor, en el que, asomado por la puerta de la sala y haciendo visera con la mano, decía Ricardo: ¿Se han quedado dormidos?... No, sería ofensivo le contestó Melchor al subir al corredor, porque con mala música no se puede dormir, según la célebre anécdota. ¿Y de dónde vienen? Nos alejamos un poco para oírte mejor.
Y los trajinantes de la Cordillera, al navegar por este océano de tierra roja, peñascos metálicos y dormidos lagos de borato, discernían con su justiciero espíritu la verdadera propiedad del largo camino. «Todo esto es de los marqueses que viven en Salta.» Y los marqueses eran los Vargas del Solar. Es nuestro y muy nuestro continuó Misiá Zobeida . Allá en nuestra casa guardamos los papeles.
Lo malo era que, si en todo lo demás se hacía lo que la santita de la casa quería que se hiciese, en lo tocante al asunto de los Vargas no había acuerdo posible; al solo nombre pronunciado, los odios dormidos se alzaban, como víboras a las que se pisa la cola. Entretanto, pasaron los días.
Poco después vio al joven asomarse a la ventana y apoyado de codos en ella, soñar tal vez, como él había hecho en días lejanos, enfrente de los campos dormidos.
-Pues con ese beneplácito -respondió el cura-, digo que mi escrúpulo es que no me puedo persuadir en ninguna manera a que toda la caterva de caballeros andantes que vuestra merced, señor don Quijote, ha referido, hayan sido real y verdaderamente personas de carne y hueso en el mundo; antes, imagino que todo es ficción, fábula y mentira, y sueños contados por hombres despiertos, o, por mejor decir, medio dormidos.
Palabra del Dia
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