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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Innumerables veces se había representado escenas de martirio de las cuales era protagonista y en las que siempre salía vencedora: bien así como muchos hombres aficionados a las peleas se imaginan luchar con una docena de campeones y hacerlos correr ignominiosamente, y otros enamorados de la oratoria se representan dirigiendo su voz a las muchedumbres, conmoviéndolas y arrastrándolas a su talante. ¡Con cuánta admiración había leído la fuga de la santa doncella de Mérida desde la casa de campo de sus padres hasta la ciudad, donde se presentó voluntariamente ante el gobernador Calfurniano a confesar su fe y a pedir el martirio!

Y, aunque es mi boca aguileña y la nariz algo chata, ser mis dientes de topacios mi belleza al cielo ensalza. Mi voz, ya ves, si me escuchas, que a la que es más dulce iguala, y soy de disposición algo menos que mediana. Estas y otras gracias mías, son despojos de tu aljaba; desta casa soy doncella, y Altisidora me llaman.

Margarita Martí, doncella, hermana de las dichas Isabel y Ana; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de treinta y ocho años; reconciliada, presa segunda vez por judaizante.

Yo, señor duque, jamás he sido ladrón, ni lo pienso ser en toda mi vida, como Dios no me deje de su mano. Esta doncella habla, como ella dice, como enamorada, de lo que yo no le tengo culpa; y así, no tengo de qué pedirle perdón ni a ella ni a Vuestra Excelencia, a quien suplico me tenga en mejor opinión, y me de nuevo licencia para seguir mi camino.

Entendió Andrés que por él lo decía, y riéndose, dijo: Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino: si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones.

El duque había bajado a la plaza del castillo, y, llegándose a Tosilos, le dijo: ¿Es verdad, caballero, que os dais por vencido, y que, instigado de vuestra temerosa conciencia, os queréis casar con esta doncella? -, señor -respondió Tosilos.

Preguntó con desmayada y dulce voz a su doncella si había visto señales, al pasar por el aposento del escondido, de que éste hubiese despertado; y Florela no supo qué decir, sino que debía de dormir el buen soldado, porque cuando ella pasaba por la puerta del aposento, adonde pocas horas antes le había conducido, escuchado había un cierto ruido, que si no se parecía al roncar de una persona que está en siete sueños, no sabía ella a lo que se parecía.

Muchas y variadas fueron las que la valerosa doncella consiguió sobre la carne en el espacio de pocos meses. Así como los hombres corrompidos agotan su imaginación en busca de nuevos placeres, así ella sobresalía en la invención de variados tormentos para su delicado cuerpo.

Cuando al día siguiente despertó Magdalena, a quien la intensa emoción sufrida había rendido hasta el extremo de dejarla sumida en un sopor profundo, era ya bien entrada la mañana. Llamó a su doncella y le mandó que abriese las ventanas.

Sus piernas quedaban algo descubiertas por el arrugamiento de la falda corta; unas piernas finas, que mostraban la blancura de su carne á través de las mallas de seda de color habana. ¿Miras mis medias? preguntó ella, pasando repentinamente de la tristeza á la risa . Fíjate. Eso que llevan al lado no son adornos, son zurcidos. Mi doncella me las arregla muy bien. ¡Qué quieres! Somos pobres.

Palabra del Dia

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